Basilio Sánchez


Crítica a Al final de la tarde

CARLOS ÁLVAREZ-UDE, Al final de la tarde. Hablar/Falar de Poesía, Nº2, 1999

Confirmación de lo que este poeta cacereño ya nos anunciaba en sus tres entregas anteriores: una voz poética muy personal, cargada de simbolismo y de gran calidad. Un ejercicio "vespertino", en que la reflexión pausada, detenida, nos ofrece un auténtico coro de voces del cual el personaje poética sale fortalecido. Y es así porque ajusta el lenguaje a la esencia, aunque ésta esté adornada en apariencia por lo que los ojos ven, cuando en realidad se trata de figuras que consiguen una estética de enorme sugerencia (véase el magnífico poema "Jardín contiguo"). Un estilo que, echando mano de la sencillez, indaga en lo difícil.

MIGUEL CASADO, El nombre de las cosas. Al final de la tarde. ABC Cultural. 3/09/1998

Si, cuando se empieza a leer Al final de la tarde, se impone enseguida la presencia de algunos temas poéticos tradicionales —la soledad del poeta, el retiro horaciano y luisiano, el mismo atardecer del título...—, entonces el curso del libro adquiere también personalidad propia: por un lado, el aliento simbólico se materializa en el dibujo del momento concreto, en el relieve físico del detalle; por otro, los poemas incorporan una corriente sin cesuras: el papel en que se escribe, el paseo cotidiano, los mundos del sueño, las apariciones de la contemplación, el viaje.., todo entra naturalmente en un mismo cuerpo.

La voz que habla y vive en este medio parece movida a un continuo balance, a tomar la memoria como mecanismo que la comunica con el mundo, a sentirse resultado, depósito, "lo que queda": el personaje afirma una especie de puerto en la madurez —"conciliado / definitivamente / con el hombre que he sido"— pero habita sin remedio en la elegía. Y nunca se encierra en sus límites: los flashes de la existencia del "yo" se integran en una memoria de la especie, aguda, ajena a generalidades, de un modo en que los hechos se manifiestan como pensamiento. Esto es quizá uno de los rasgos que más singularizan la poesía de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958): se trata de una meditación elegíaca sobre la vida y el paso del tiempo; pero, más que desarrollarse un proceso meditativo como tal, los poemas construyen la figura de quien vive en ellos, las cosas de su entorno, y la trama de este conjunto funciona como honda manera de pensar.

El proceso de contagio entre la experiencia y la reflexión es quizá quien va llevando desde un inicial deslumbramiento por los objetos del mundo a la posterior certeza de que éstos siempre están desvaneciéndose; ante las luces claras del paisaje se interpone un juego de sombras —"si he crecido es sólo / a la luz de la lámpara / como una sombra inmóvil sobre el muro"— que van condicionando y velando el color y la consistencia de todo. Las cosas duran sin pérdida en medio de su dinamismo, pero para la mirada se resuelven en transparencia: ésta no puede tomar nada de ellas, se obsesiona con el sello que imprime el tiempo.

Al final de la tarde trae un mundo ensordecido y solitario, terso, una vida en dosis lentas; sin embargo la calma en el tono no proporciona serenidad, sino un regusto de amargura, una intensa melancolía. En último término sólo se opone un gesto afirmativo: "vivir es sólo pronunciar varias veces / el nombre de las cosas"—la propuesta de un mantra que no obtura la tristeza, pero hace que los ojos se fijen a los elementos del mundo, sean poseídos por su pequeña vida ardiente. El libro va hilando un haz de imágenes memorables que se abren en la página con una herida similar a la que provocan algunos cantantes con su pulso sonoro (Sara Vaughan, Miguel de Molina, Patti Smith, Teresa Salgueiro), aun al margen de gustos musicales, aun sin entender la letra: un filo de intensidad doloroso que remueve no se sabe qué.

MANUEL RICO, La vida contemplada, Babelia / El País, 10/04/1999

Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) tiene tras de sí una larga y exigente trayectoria poética. Publicó su primer libro (A este lado del alba, Adonais. Madrid, 1984) hace 15 años y en este tiempo sólo han aparecido tres libros firmados por él, el último, este Al final de la tarde.

Aunque no siempre la obra breve es sinónimo de calidad, en el caso que nos ocupa hay una justa correspondencia entre la austeridad editora del autor y el contenido de sus libros. El afán contemplativo de Basilio Sánchez no se detiene en la superficie de las cosas. Es una permanente indagación en lo que éstas revelan, es una búsqueda de sus capacidades evocadoras y de las galerías que las comunican con la memoria del hombre y con la muerte.

SALUSTIANO MARTÍN, Los hilos que nos tejen. Al final de la tarde. Revista Reseña, 301, enero 1999

[...] Al final de la tarde es el momento de la vida anterior a la oscuridad, la hora de realizar arqueo de lo que se es y se tiene: lo que se es no se reconoce en lo que se fue ni en los que se pensó que se iba a ser. Los años han limado la energía y las esperanzas: sólo queda esta suerte de supervivencia que convoca a los seres que alimentaron su corazón. La historia está hecha: todo es ahora presencia del pasado. "El lugar de los hechos" es ese espacio en que la memoria convoca los momentos perdidos, todo aquello que se ignoró y podía haber sido: un rumor que respira junto al poeta, que empuja su mirada hacia los años ya gastados.

La reflexión: un hombre ve las imágenes de hombres en los que no se reconoce. Trata de comprender su actual situación de oscura indiferencia desvalida. ¿Acaso fueron él esos hombres? Se mira en ellos, en sus fidelidades, en el espejo conocido del agua familiar. Pero lo que ve no le da ninguna noticia luminosa de su presente existencia; menos todavía de lo que está aún por venir. Así descubre, en su paisaje interior, una fractura que lo abisma en una perplejidad nostálgica.

El "yo" que se expresa aquí parece, a estas alturas de su experiencia, haber vivido muchas vidas. El poeta se desprende de sí mismo, ve la imagen de quien él podría haber sido en otro tiempo, en otro lugar. Por ejemplo: un hombre se afana junto a un árbol milenario, trabaja con utensilios de piedra, recoge frutos junto a un río, cocina animales en el fuego; el poeta mira hacia atrás, hacia esa escena antigua, y escucha su propio lamento: los latidos del corazón de ese hombre son sus propios latidos, son sus manos las que graban en el tronco del árbol las incisiones del deseo. El sujeto de la enunciación es una ficción que se (re)construye en un discurso del que brotan, como sombras de su estatura intemporal, los sujetos del enunciado: el "yo" poético es el personaje de una escena inventada, a través de la cual otras vidas y voces aparecen.

A. LÓPEZ ANDRADA, La luz sobre el estanque. Diario de Córdoba / Cuadernos del Sur 24/09/2009

Es difícil pensar cómo fue el inicio del mundo: el brote primero de la hierba, el sonido del agua recorriendo los campos donde aún no habitaba nadie, las estrellas primeras reflejándose en el río, el aire estremeciendo un bosque lunar… Muy pocos poetas, ninguno quizás, ha llegado a captar la primera luz del mundo sobre las cosas; sólo un poeta mago lo podía hacer. Pues bueno, Basilio Sánchez, con sabio lirismo, ha sabido captar en sus versos límpidos y misteriosos ese brillo primero de las cosas, la magia profunda de los campos deshabitados y melancólicos donde la huella del hombre aún no llegó. Un poemario así, como éste Al final de la tarde, es una obra difícil de catalogar. [...]

Imagine el lector una tarde inmensa e ilimitada en la que un hombre pasea en soledad. Ese hombre está solo y va conversando con las sombras, con los árboles grises, con los muertos que se han ido, o quizá con los muertos que no han llegado a nacer. Un hombre que, en realidad, somos todos los hombres, todos los que buscamos un gramo de luz en la vida prosaica que nos rodea, en la soledad. Basilio Sánchez nos dice en su poemario que la noche y la lluvia habitan dentro del corazón; sin embargo, añade: "... la luz me sobresalta, la quietud del invierno y sus orillas / confusamente azules". Poesía deslumbrante, mística en muchos momentos, que nos lleva a los días perdidos de la celebración: la inocencia irrecuperable del ayer.

[...] Libro éste, Al final de la tarde, de un lírico mago, de un poeta distinto y distante de las modas, de una voz misteriosa, rotunda, excepcional. Y es que no es nada fácil reunir y, a la vez, fundir en un mismo poemario tanta ternura y melancolía, tantos huecos de tiempo roídos por la soledad, por los sueños de un hombre que está aprendiendo a envejecer desde los quietos ramajes de su juventud. [...] Libro éste lleno de velas y de lámparas encendidas en el silencio de los difuntos, libro herido por la fluidez de la soledad y el cansancio de una tarde hacia el crepúsculo, libro abierto hacia el universo y la quietud. La dulzura de la tierra, sus fragancias, las hojas caídas sobre la ausencia de un estanque: un estanque donde la luz muere en la tarde, y con ella morimos y nacemos todos nosotros, aquellos que aún contemplamos en la memoria los sonidos de un tiempo roto que se fue. El poeta Basilio Sánchez, en sus versos rotundos, Al final de la tarde, nos ha dejado aquella luz.

CARLOS RULL, Al final de la tarde. Lateral, Año VI, nº 42, abril 1999.

[...] Al final de la tarde conduce al hallazgo del conocimiento sencillo y verdadero que emerge sólo en las horas del crepúsculo y del abandono. La luz del anochecer, el paisaje del final del día —como metáfora del final de los días— invita a descubrir el contorno de las cosas, a hallar en ellas lo que sólo puede verse al trasluz. Lleva, sobre todo, a revisitar los reflejos de la memoria y la capacidad creadora de la palabra poética ("un paisaje que crece / sobre el espíritu de los iconos").

[...] El paralelismo, la anáfora, el dominio de la cesura y el encabalgamiento, unidos a la plasticidad imaginativa, otorgan al casi dulce fluir de estos versos el ritmo melancólico "del roce de las hojas", la musicalidad suave de los "bosques interiores", / los lugares contiguos en los que la mirada /se vuelve y se apacigua".