Basilio Sánchez


Crítica a Esperando las noticias del agua

Adriana G. García: Basilio Sánchez. Esperando las noticias del agua. Ocultalit.com

https://www.ocultalit.com/poesia/basilio-sanchez-esperando-las-noticias-del-agua/

Recoge Antonio Colinas en su ensayo El sentido primero de la palabra poética una cita de Albert Einstein: «La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio». Este nutre la creación poética desde sus remotos orígenes. De un tiempo perdido, precisamente, y de una emoción cruzada por la intriga, nos habla el último libro de poemas de Basilio Sánchez (1958), una de las mejores voces de nuestra poesía reciente. Autor unas veces visionario (Para guardar el sueño, Visor, 2008) y otras más conceptual (Cristalizaciones, Hiperión, 2013), posee un estilo reconocible: pausado, hondo e imaginativo. La reflexión viene engarzada en versos plásticos, muy evocadores. Se trata de un valor seguro de la literatura en lengua castellana, a quien podemos confiar las horas de lectura y de meditación no exenta de delirio. Lo escribía Domingo Ynduráin a propósito de san Juan de la Cruz: «El componente irracional, extraño y contradictorio es parte esencial de la buena poesía».

Esperando las noticias del agua se centra en un enigma: el motivo de la desaparición de un mundo, del destierro de un pueblo. Desde un presente desolado, las voces que se expresan (de una mujer y un hombre, emparejados) aluden a un pretérito ya extinto: el fuego primigenio, los rebaños arcaicos. De aquel Edén remoto sólo quedan cenizas:

«Reconstruye mi casa sobre el humo
de los desprendimientos
y sobre los escombros
de lo que alguna vez llamamos paraíso» (XV)

Los símbolos del desgaste se encarnan en el polvo y en las sombras, en las ruinas de los pueblos, en las ciudades arrasadas y en el derrumbe de los grandes imperios. Los símbolos del abatimiento, en la geografía estéril que despliegan los versos como un mapa: abismos, barrancos, grutas, guaridas, desiertos, aguas remotas.

Nada se sabe del origen de tanta destrucción, del alba que alumbró la tragedia:

«Una ciudad se abre hacia la noche
para todos nosotros,
los deportados de los ángeles» (IV)

Sólo se intuye la inminencia de una nueva sacudida:

«Arrastramos
el miedo de la especie,
el temor de sentirnos,
sin una sola luz hospitalaria,
completamente solos frente a un mundo
que no puede confiar en nosotros
y que nos amenaza» (III)

De la desesperanza los humanos se salvan por el amor y por las lecciones que imparte desde su atril una naturaleza recelosa de nuestra estirpe. Los árboles en general, y los cerezos en particular, simbolizan la belleza de la plenitud y la dignidad ante el desmoronamiento interior (XIV, XL).

Basilio Sánchez ha escrito libro-bastión que intenta protegernos de nosotros mismos, que viene a recordarnos que la muerte del entorno natural está relacionada con la nuestra, y que tenemos en las manos la salvación de todos. Con sus poemas mínimos, certeros, silenciosos como flechas, el poeta cacereño nos regala un libro hermoso al que nadie debería dar la espalda.


Raquel Lanseros: Esperando las noticias del agua, de Basilio Sánchez. Ideal, 26 de enero de 2019

“Esperando las noticias del agua “, cuya primera edición es de abril de 2018, es el último libro publicado del poeta Basilio Sánchez, ganador de la XXXI edición del Premio Internacional Loewe de Poesía por otro libro más reciente, “He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes “. Éste, como el autor puntualiza, es un poema único compuesto por 48 fragmentos, que reflexiona sobre el desierto moral de las sociedades desarrolladas actuales.

Tomando como hilo conductor la historia de amor de una joven pareja, el poeta indaga en la necesidad de construcción de una postura ética personal como único modo de resistencia ante la desolación del nihilismo. Alta poesía, con la habitual delicadeza, precisión y profundidad del poeta, para comprender una época abrumadoramente prosaica.


Enrique García Fuentes: Tratado de perseverancia. Suplemento cultural Trazos. Diario Hoy, 26 de enero de 2019.

Los que no estamos muy acostumbrados a enfrentarnos con la poesía debiéramos empezar esta última y deliciosa entrega de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) justo por donde acaba. Efectivamente, en su página final (“Notas y agradecimientos“) el propio poeta desvela las claves para que entendamos cuál ha sido su propósito al pergeñar este Esperando las noticias del agua, sobre el que los lectores hemos ido pasando (los libros se abordan por el principio) con la sensación de un sonámbulo que atraviesa un territorio desconocido que, sin embargo, no llega a intimidarlo del todo. Cuando llegamos al fin de la singladura está el poeta esperándonos para indicarnos algo que nosotros mismos habíamos sido capaces de percibir más o menos claramente: que hemos viajado por un poema único, dividido en cuarenta y ocho fragmentos, presentado de una manera alegórica (y esto es lo que sí agradecemos, porque completa e higieniza la lectura que cada uno por su cuenta haya hecho) y que «utilizando como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales». Y remata: «Sin apenas anclajes geográficos o temporales, el poema construye el escenario mítico de un paisaje rural en extinción para indagar en las actitudes que, a modo de resistencia activa de carácter moral, nos pueden ayudar a superar las inclemencias de una época que en muchos de sus aspectos esenciales adolece de inanición y de sequía». El agradecimiento queda para amigos poetas y eruditos y para obras de arte que han inspirado la travesía y la sostienen y explican en parte: el “Réquiem alemán “, de Brahms, y una entrañable pintura de Jean-François Millet (“Bergère avec son trupeau“).

Habrá, lógicamente, quien se cuestione acerca de la pertinencia de que un poeta (y más de la envergadura de Basilio Sánchez) opte por dar explicaciones a algo que, por definición, nunca las precisa. Alguno hasta daría un paso más adelante y, calándose la vestimenta cínica, dejaría caer si es que tales esclarecimientos se dan porque no se confía en la capacidad del receptor que lee el poema o, yendo más allá, en la misma pericia del emisor que lo concibe. Pero si quieren hacer caso de alguien que prefiere meterse siempre en ese «algo» recóndito que yace bajo el buen poema y nos conmueve hasta mejorarnos de raíz, zambúllanse sin prejuicios en este fluir de palabras sencillas y de sentimientos cercanos y notarán cómo los pulmones se les llenan del aliento mágico, y la piel se les serena con la caricia franca de esta edificante composición.

La hoy ya copiosa obra de Basilio Sánchez arranca con un accésit del prestigioso premio “Adonáis “, A este lado del alba, y continuó luego con títulos cada vez más sólidos, Los bosques interiores, Al final de la tarde, El cielo de las cosas, La mirada apacible, Para guardar el sueño, Entre una sombra y otra, Las estaciones lentas o Cristalizaciones, que lo convierten en un incuestionable exponente de la lírica meditativa contemporánea. Cinco años habían pasado desde su último libro y este Esperando las noticias del agua no hace sino certificar su envidiable estado de gracia, al tiempo que lo perpetúa en ese estatus de «poeta de referencia» en que se ha convertido desde hace ya muchos años. Evidentes son en su transcurso los elementos de los que el autor se vale para conferirle la unidad que indudablemente presenta el poema: por un lado esa historia de amor sobre la que se sustenta, conformada a lo largo de su recorrido con fragmentos contrapuestos en los que, unas veces, es Él quien lleva la voz cantante y otras Ella, y que alcanza su cénit en los fragmentos II y XLVIII (el que cierra el poema), con un contenido idéntico que solo difiere en el uso de los versos cuarto y quinto de cada uno: «Él le dice: / podría haber sido otro» en uno y «Ella dice: / podría haber sido otra» en el otro. Junto a esto que decimos también se hace palpable el paralelismo de los fragmentos I (que inicia el poema) y XXVII; que uno comience con «Fue el año de la sed» y el otro, pasada la mitad del transcurso, rememore, para dar idea de continuidad, que «Aquel año se agotaron los pozos», evidencia el interés del autor porque el lector se mantenga atento y pueda ir descifrando el devenir del poema.

Tal vez la pretensión del poeta a la hora de fijar claramente las claves de lectura sea que el lector vaya un poco más allá y no se quede solo en la apariencia (por lo demás, hermosa sin ambages) de haber deambulado por un espacio y un tiempo poco claros (alegóricos, evidentemente), en medio de resonancias bíblicas innegables que les confieren un carácter mistérico y alucinatorio. Esta dicotomía también evidente entre la sequía culpable («la indolencia / que abate nuestras casas / ha cegado las fuentes / y llenado de polvo los aljibes») y el agua salvífica se enriquece cuando al final comprendemos la verdadera dimensión de cada una. Y las apelaciones constantes a la liberación que la naturaleza nos provocaría («Pasaremos nosotros / y los árboles / seguirán siendo fieles al horizonte y a la luna») serán el soporte incuestionable de nuestra ansiada redención.


Antonio Rivero Machina: El fluir de la espera. El Cuaderno Digital. Enero 2019

https://elcuadernodigital.com/2019/01/18/el-fluir-de-la-espera/

Toda espera es una respuesta aplazada, pero respuesta al cabo. En ocasiones la única respuesta posible. De ello nos habla Basilio Sánchez en Esperando las noticias del agua (Pre-Textos, 2018), un libro donde el endecasílabo que lo titula anuncia ya que la verdadera protagonista de sus páginas no será, al cabo, el agua que se aguarda, sino una espera que, a fuerza de habitarla, termina por ser hogar.

Ahora bien, es el agua la materia con la que se construye este anhelo. La espera en que moran y se demoran sus versos brota en ondas concéntricas percutidas por un canto arrojado sobre las aguas no del terso estanque modernista —tan alejado de la poesía clara de Basilio—, sino sobre un agua que fluye y que penetra hasta el nivel freático. El agua, sí, tiene su peso y su calado, recorriendo in praesentia o in absentia el curso de esta espera derramada. Agua de un pozo que se cifra en el enigma de su profundidad ignota: «fui yo el que estuvo/ sentado junto al pozo/ esperando las noticias del agua» (Fragmento I). Agua de lluvia como materia del sueño o testimonio de lo inalcanzado: «Hemos traído el sueño de la lluvia/ hasta esta tierra estéril» (Fragmento IX). Agua de mar como origen de la noche y el deseo, que es como decir, con Tales de Mileto, como origen del mundo: «Si el mar es anterior a la luz,/ como creemos algunos de nosotros,/ el mar es la invención de la noche,/ la expresión de un deseo» (Fragmento XIV). Agua de glaciar como promesa del agua, aún más agua y más pura por cuanto apenas es potencia, diríamos ahora con Aristóteles, albergando en sí todo lo posible: «Nada ha sido excluido del milagro,/ tan sólo lo posible/ mueve la lanzadera en el telar de las cosas» (Fragmento XVIII). Agua, también, que corre y que fluye, como corre y fluye este largo y único poema en cuarenta y ocho fragmentos siempre bajo la misma espera pero con distinta agua: «En su sueño/ este río,/ profundo y poderoso/ con sus corrientes y sus olas,/ es el alma del mundo» (Fragmento XXIII). Un río heraclitiano, al cabo, en el que lo que fluye y lo inmutable —de perseverancia y entereza habla el poeta en una nota aclaratoria— contienen el mundo, apenas sostenido en la paradoja de una dualidad genésica: «Pasaremos nosotros/ y los árboles/ seguirán siendo fieles al horizonte y a la luna» (Fragmento XXXI).

Pero no nos dejemos engañar. Tras tanta agua no es sino de la sed de lo que esta espera se ocupa: «Fue el año de la sed» (Fragmento I) o «Aquel año se agotaron los pozos» (Fragmento XXVII), nos acota un cronotopo indeterminado y universal. El agua no es sino tantálico deseo y el deseo, que se consume cuando se consuma, no es más que una espera. El deseo es pues el territorio por el que la joven pareja que protagoniza el libro, de forma alegórica —aclara nuevamente en su nota Sánchez—, transita en este fluir de la espera. Un territorio eminentemente nocturno, pues la noche ha sido siempre dominio del deseo. Porque solo la noche hace posible la lumbre: «No nos reconocimos en la noche,/ dice él,/ hasta que intercambiamos/ nuestras lámparas/ y nos iluminamos cada uno/ con el fuego del otro» (Fragmento X). Entramos así de lleno en la expresión del deseo, inevitablemente cercado por la dualidad de los complementarios.

De la complementariedad nos habla, fundamentalmente, ese Él y ese Ella que dialogan en Esperando las noticias del agua, ciñendo en sus dos voces su decurso compartido (Fragmentos II y XLVIII). Un Él y un Ella a los que Basilio Sánchez acude para dar continuidad a un diálogo introspectivo, cifrando en su dualidad un Nosotros que es, finalmente, el verdadero sujeto lírico del libro. Un Nosotros, sin embargo, que se resuelve en dicotomía, definiendo el agua por la sed, lo masculino por lo femenino, salpicando al tiempo este largo poema de antítesis iluminadoras: la omnipotente noche y la temblorosa mañana (Fragmento XI), la lluvia y la tierra (Fragmento IX), el silencio y el canto (Fragmento XII), la espera y el agua, al cabo (Fragmento XVIII). Es este el espacio en el que los opuestos se completan: el hombre, la mujer. «Donde un hombre y una mujer se aman/ sin temor y sin cólera/ siempre ha habido una casa», leemos en el Fragmento XVI.

El proceso se resuelve sin embargo, decíamos, en un Nosotros integrador. Un Nosotros que es dual pero que, nuevamente, busca con quién oponerse, contra qué definirse en una nueva dicotomía: la de los mansos y los astutos, la de la noble bestia y la falaz civilización (Fragmento XXIX). Me resulta muy interesante esta irrupción del Nosotros en la lírica del poeta cacereño. Según Sánchez, lo que Esperando las noticias del agua nos ofrece es ante todo una reflexión «sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales». Con estas líneas, Basilio nos advierte de una dimensión ética, y más aún cívica, que una lectura superficial tal vez podría ocultarnos. La sequía que nos sitúa en un «escenario mítico de un paisaje rural en extinción» —continúa la nota aclaratoria— no es una sequía física sino moral. La sed, esa sed de la que según dijimos viene a hablar esta espera, es pues una sed moral, un anhelo que es refugio contra un tiempo árido y hostil para las almas buenas y sencillas.

Lo que nos resta y nos salva, pues, es la espera como reformulación —en este libro— de uno de los grandes temas en la obra poética de Basilio Sánchez: la contemplación como fuente exacta y suficiente de sabiduría. Este es, al cabo, el Nosotros en el que Sánchez sitúa a su pareja de protagonistas, y en el que se sitúa también —tiende inevitablemente uno a pensar— a sí mismo y a sus lectores, en la irreductible tribu de los que recuerdan «el universo limpio de las cosas/ que no pueden nombrarse sin asombro» (Fragmento XXIV), quienes encuentran sosiego en las palabras (Fragmento XVII), quienes buscan en lo menudo la magnitud del universo: «Otros,/ acompañados por los nuestros,/ salimos a las dunas para escuchar de noche/ el murmurar suave de la arena/ con el fragor lejano de los grandes/ continentes partidos» (Fragmento XXVII).

Esto es, en suma, todo lo que esta espera nos depara. Que Basilio Sánchez haya elegido la forma de un poema largo pero fragmentario nos devuelve a una de las máximas de su poesía: abordar lo universal desde lo menudo. «Para mi pensamiento fragmentario/ la idea de lo sagrado/ es lo completo», concluye en el Fragmento XL. De esta manera, el libro, que resiste también la lectura convencional —fragmentaria— de un poemario al uso, gana en profundidad, como el escueto anillo de un pozo, si lo leemos como un río que fluye en su inagotable espera, como un único poema —compuesto esencialmente de endecasílabos, heptasílabos y tetrasílabos— en el que aguardar sin esperanza, con convencimiento («la noche arde en una hoguera sin esperanza» [Fragmento XXVIII]) noticias de tiempos mejores. Un libro, en definitiva, con el que consolar nuestra sed de espíritu.


Antonio Daganzo: Esperando las noticias del agua, de Basilio Sánchez.

https://poesiaerestu.com/revista/esperando-las-noticias-del-agua/

Construyendo “el escenario mítico de un paisaje rural en extinción”, Esperando las noticias del agua “es un poema único compuesto por cuarenta y ocho fragmentos que, de una forma alegórica y utilizando como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales.” Son palabras del propio autor del libro, Basilio Sánchez (Cáceres, 1958), quien ha sabido combinar su dedicación profesional en el ámbito sanitario –es Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Extremadura- con una intensísima actividad literaria, iniciada en 1983 gracias a la obra A este lado del alba, accésit del Premio Adonáis. Autor también de dos libros de narrativa –El cuenco de la mano y La creación del sentido-, entre sus trabajos poéticos posteriores destacan La mirada apacible (1996, accésit del Premio “Jaime Gil de Biedma”), Para guardar el sueño (2003), Entre una sombra y otra (2006, Premio Unicaja de Poesía), Las estaciones lentas (2008, Premio Tiflos) o Cristalizaciones (2013, Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”). Considerado como un ejemplar exponente de la lírica meditativa contemporánea, su obra poética completa hasta 2009 –salvo su primer libro- ha quedado reunida en el volumen titulado Los bosques de la mirada, aparecido en 2010. Tres años antes, en 2007, recibió el Premio Extremadura a la Creación, a la Mejor Obra Literaria de Autor Extremeño.

En Esperando las noticias del agua, la correspondencia, casi literal, de su segundo poema –o fragmento, por seguir la denominación del autor- con el cuadragésimo octavo y último vendría a sustentar y redondear la tesis constructiva de una latente historia de amor que, de manera muy sutil, va sirviendo de línea argumental a la obra. No obstante, bien lejos estamos aquí de un poemario de corte amoroso, pues la inquietud del sujeto lírico se centra en la posible refundación del mundo, a través, sí, de un compromiso ético y humanista, y por medio también de la redención de un “locus amoenus” perdido: de ahí las constantes apelaciones a la Naturaleza, por supuesto al agua, y todavía más a los árboles, quizá los verdaderos protagonistas del libro –“Pasaremos nosotros / y los árboles / seguirán siendo fieles al horizonte y a la luna”-. La profundidad del tono reflexivo del autor se impone a cualquier tentación de preciosismo descriptivista, mientras se afianza la certeza de que únicamente persistir puede ofrecer la gracia de la salvación: “Hemos traído el sueño de la lluvia / hasta esta tierra estéril (…) / Nuestros rostros / reflejan la hermosura / de los que se debaten, / solitarios, / pero con fuerza aún, en los confines / de la ausencia de Dios”.


Álex Chico: Quimera Nº 419. Noviembre de 2018

Habían pasado ya cinco años desde que Basilio Sánchez publicara su último libro de poemas, aunque su última obra, en narrativa, pueda leerse como un extenso poema en prosa. Basilio Sánchez regresa ahora al poema con un libro magnífico, Esperando las noticias del agua. Como buena parte de sus textos anteriores, el poeta extremeño construye una atmósfera muy particular, con un aire de leyenda cotidiana que nos envuelve por completo a los lectores. Un universo que desplaza la lentitud y convierte en estático lo que no para de moverse. Todo sucede en un paisaje sencillo, cargado de una memoria de siglos, y a la vez actual y contemporáneo, como el aquí y el ahora benjaminiano. Sus poemas reflejan una claridad compleja. Son escenas diáfanas plagadas de matices, una figuración abstracta en donde todo es y no es lo que parece. Son, en suma, una lección de permanencia y un elogio de la mirada, con una profundidad y una hondura que sitúan a Basilio Sánchez entre los poetas más interesantes de la poesía española reciente.


Albert Lladó: Esperando las noticias del agua. Revista de Letras, 29 septiembre de 2018. http://revistadeletras.net/esperando-las-noticias-del-agua-basilio-sanchez/

Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) acaba de publicar en la editorial Pre-Textos un nuevo poemario, Esperando las noticias del agua, en el que la sed se convierte en un hogar rural y metafórico. Se trata de un poema único, dividido en cuarenta y ocho fragmentos, que ofrece como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, desnudos de tecnología y de ruido.

El autor, que antes ha publicado Los bosques interiores, Las estaciones lentas o Cristalizaciones, entre otros títulos, empezó a trabajar Esperando las noticias del agua en 2014, con anotaciones y esbozos que poco a poco han ido tomando cuerpo. Lo que nace de allí es un paisaje, tan real como mítico, que contrapone imágenes como las del pozo y el desierto con las del río y el mar.

Ese paisaje, nos cuenta Basilio Sánchez, representa “un modelo de sociedad que la industrialización el positivismo deshumanizado, el mercado global y la pérdida de un horizonte ideológico, han hecho desaparecer dejándonos, en herencia, una sociedad más pulcra en lo material, pero enormemente sórdida en lo espiritual, una forma de vida en la que la riqueza, la comodidad y la complacencia hedonista se han acabado pagando, como decía Tolstoi, con la sordidez moral”.

“Esta es la sed que, a mi entender, padecen nuestras sociedades modernas”, añade el poeta.

Un paisaje que el escritor imagina como los que traza el pintor Jean-François Millet. “Ante el absurdo de este divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su escenario, entre el clamor humano y el silencio razonable del mundo –como escribió Camus–, a nosotros nos quedan la entereza y la perseverancia, la posibilidad del agua que, surgiendo del fondo de nosotros mismos, sea capaz de calmarla”.

El largo poema contiene, además de todo un imaginario muy preciso y sugerente, un argumento espacial, pero también temporal. “El orden de los textos es exactamente el mismo en el que fueron escritos. Y esto es así, en gran parte, porque el poema constituye, en el fondo, una alegoría, una fábula, un relato que podría ser moral. Una narración que, por otro lado, no conduce a ningún desenlace ya que el segundo y último fragmentos, prácticamente idénticos, se cierran en un círculo”, nos explica Sánchez.

Hay una suerte de paradoja que marca el compás del poema y, tal y como reconoce el escritor, “el movimiento aboca, finalmente, a la ausencia de movimiento, al instante con vocación de eternidad que constituye el patrimonio de la poesía”.

Basilio Sánchez ha utilizado un tono próximo “a la admonición bíblica”, como si se tratase de un réquiem, y a partir de símbolos provenientes de los textos antiguos (como el del pastor, del cordero, del pájaro o del árbol), ha ido tejiendo una panorámica aún no absorbida, según sus propias palabras, “por el nuevo feudalismo de la riqueza y la explotación de los medios naturales”. El desierto es, también, un desierto moral. Pero la ciudad de los amantes, que es refugio y morada, “no ha sido condenada, por la invasión de los bárbaros, a la banalidad del pensamiento”.

“En nuestra tradición el desierto es, sin duda, el espacio de la espiritualidad. Los grandes y verdaderos avances de nuestra especie han surgido siempre tras una ardua marcha a través de los desiertos de la soledad, la incomprensión o el ascetismo”, argumenta el poeta, quien además sostiene que “mendigamos la luz porque vivimos en medio de la oscuridad. Reivindicamos un mundo a nuestra medida porque hemos aprendido a abrir una ventana y asomarnos en silencio a la ternura de lo que ya no existe”.

“En su sueño / Este río / Es el alma del mundo / Un mar en movimiento / En el que reverberan, como banco de peces / Los reflejos oscuros de las casas / Sus aguas espumosas / Arrastran los matices rojizos de la tarde / A la confusa oscuridad del estrecho”, leemos.

Y es que son las imágenes repetidas del agua, en sus múltiples formas, las que desbordan el enigma del deseo y del indescifrable misterio.

“El mar es el origen, el caldo primigenio del que manan las posibilidades, el punto a partir del cual es factible reconducir los comportamientos y las pautas. El agua es el lugar de la contemplación, el espacio secreto donde el alma se calma y se serena, el sitio en el que uno –como Heidegger– puede llegar al convencimiento de que el hombre no es el señor del universo, sino el pastor del ser”, nos responde Basilio Sánchez cuando le preguntamos por esa poética donde se encuentran, en un juego de tensiones, lo fluvial con lo árido.

Como apunta el poeta en Esperando las noticias del agua, “Debajo de la nieve está todo por hacer”. La sed es una forma como otra de comenzar una coreografía, de lobos y de semillas, en la que dos cuerpos interpretan el sentido último de las ruinas.


Fermín Herrero: Separando el grano de la paja. El Norte de Castilla 30 de junio de 2018

Por fortuna, la poesía en español sigue gozando de una mala salud de hierro, con el añadido de una disparidad enorme de estéticas y posibilidades estilísticas, cuando no hace mucho se imponían claramente en el panorama tendencias dominantes. Todo esto, naturalmente, dejando de lado el sarpullido comercial de youtubers, showmans televisivos y demás parapoetas juveniles de escritura mostrenca que copan las listas de los libros más vendidos como muestra del desastre lector y cultural, amén de educativo, en el que nos encontramos inmersos. Sin duda, este fenómeno, como lo llaman, puede terminar liquidando no sólo la diversidad sino, a la larga, la propia esencia y sentido de la poesía, la poesía como tal, vaya. De momento esta hecatombe aún no se ha producido por completo y como de siempre, y más ahora en medio de la rastrojera, la tarea principal de la crítica ha sido intentar separar el grano de la paja. [...]

Una vez consolidado un estilo propio dentro de la línea, que viene de Horacio y Fray Luis de León, de poesía serena y meditativa con una impronta personal, Basilio Sánchez no ha sucumbido a la tentación fácil –en todo caso lícita, en absoluto reprobable– de escribir siempre el mismo libro. Muy al contrario, en ‘Esperando las noticias del agua’ –con viñeta muy ilustrativa en la portada, como es frecuente en la exquisita colección ‘La Cruz del Sur’ de Pretextos, de Ramón Gaya– ensaya el poema alegórico, casi parabólico-bíblico y unitario, aunque dividido en casi cincuenta tramos, que, según el autor, y no se puede sintetizar con más propiedad, «reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales». Un empeño hacia el que desde sus inicios se ha orientado su verso medido, preciso y claro, en la búsqueda de la creación de un sentido para la existencia, tal y como reflexionara en su anterior libro en prosa. Si bien es cierto que su poética se ha ido desplazando poco a poco, elevando podría aducirse, desde la emoción sencilla y honda de lo cotidiano, con la alegría de lo escaso de la que se aprovisionan los tristes, hacia lo primigenio y lo simbólico universal, «en los confines de la ausencia de Dios». [...]


Arturo Tendero: Basilio Sánchez, Esperando las noticias del agua. El mundanal ruido.http://articulosdearturotendero.blogspot.com/ julio 2018

«¿Cómo reconocer, / inmersos en el tráfago / de nuestras percepciones, / los pequeños instantes que nos salvan, / los acontecimientos / que nos vuelven distintos para siempre?». Explica Basilio Sánchez que su libro «es un poema único compuesto por 48 fragmentos que, de forma alegórica y utilizando como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades». El extremeño Sánchez (Cáceres, 1958) está en su derecho de indicarnos la lectura que él prefiere. Sin embargo, su lectura respeta la nuestra, porque llega al final. Habíamos observado que los poemas van numerados sin título y que tienen un trasfondo moral, pero la historia de amor se disuelve en una evanescencia legendaria: «no nos reconocimos en la noche, / dice él, / hasta que intercambiamos / nuestras lámparas / y nos iluminamos cada uno / con el fuego del otro». Todo ocurre cerca y a la vez envuelto en bruma, una bruma que sirve para difuminar lo prescindible y para ayudarnos a poner el foco en lo que importa: «la fragancia que desprenden las cosas / que están cerca, / los aromas / con los que la existencia condimenta / el inmenso regalo de la vida». Esperando las noticias del agua es uno de esos poemarios que corren por delante de los ojos como un río y que a su paso siembran. Las imágenes se van configurando poco a poco, cuando dejamos de mirar. «Desde lo más profundo / a lo más alto / todo obedece a un orden / que ignoramos, / participa de una vida secreta / que, aunque no nos excluye, / solo en sí misma encuentra su argumento, / su justificación». Si es un libro moral, como pretende Sánchez, y como ya íbamos intuyendo, lo es de una manera sutil, alejándonos de la ciudad hacia la naturaleza, asentándonos en el presente desde la aceptación de lo que fuimos: «Todo lo que nos une, / dice ella, / nos concilia también con el pasado». En el libro pisamos mariposas muertas, las sombras son rebaños, «un pájaro se eleva solitario / como si fuese la cometa / que se escapa de las manos de un niño».



Álvaro Valverde: La materia secreta de las cosas. Turia N.º 128. Noviembre 2018

Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) no fue un poeta precoz. Ya era médico cuando su primer libro, A este lado del alba, logró en 1983 un accésit del premio Adonáis. A este le siguieron: Los bosques interiores, La mirada apacible, Al final de la tarde, El cielo de las cosas, Para guardar el sueño, Entre una sombra y otra y Las estaciones lentas. En 2010 publicó su poesía reunida: Los bosques de la mirada. Después han llegado Cristalizaciones y el libro que nos ocupa, Esperando las noticias del agua.

Conviene recordar que en su biografía figuran dos libros en prosa que son en realidad de poesía, por el asunto del que se ocupan y por la escritura que los caracteriza. Me refiero a El cuenco de la mano y La creación de sentido.

Con una obra así de extensa y, lo que más importa, de una sostenida y excelente calidad, cualquiera podría pensar que estamos ante un poeta canónico, de los reincidentes en las antologías generacionales y en los manuales, sin embargo, dista de serlo salvo para un nutrido grupo, cada vez más amplio, de exigentes críticos y lectores que esperan cada una de sus entregas con auténtico fervor. Lectores, añado, que han comprendido no solo el alcance de su obra, título a título, sino también la singularidad de su apuesta, única en rigor dentro del panorama de la poesía hispanoamericana de nuestro tiempo. La poesía de Sánchez, por muchas lecturas que incluya (no estamos ante un poeta adánico), es la de alguien que ha alcanzado una voz propia que identificamos, naturalmente, con los versos que compone.

Cuesta creer que estos se hayan tenido que imponer, libro a libro, a costa de premios y ayudas, y no por la soberana decisión de un editor. Pero eso, cuando tenemos sus poemas delante, interesa muy poco y, además, acrecienta su consideración, pues se trata de galardones de prestigio (Ricardo Molina-Ciudad de Córdoba, Tiflos, Gil de Biedma, Unicaja, Extremadura a la Creación...), conseguidos limpiamente.

Pre-Textos, la acreditada casa valenciana que ya publicara su tercer libro y La creación del sentido, vuelve a apostar por él e incluye en su catálogo, y en la más bonita de sus colecciones: La Cruz del Sur, Esperando las noticias del agua, que desde el rótulo comienza a inquietar al ávido lector que se pregunta por el significado de esas misteriosas palabras. Y es que, digámoslo pronto, «misterio» es la palabra que mejor define lo que el libro expresa. Su autor, que ha demostrado de sobra su capacidad indagatoria y su inteligencia lectora, dice en una nota final: «Esperando las noticias del agua es un poema único compuesto por cuarenta y ocho fragmentos que, de una forma alegórica y utilizando como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales.

Sin apenas anclajes geográficos o temporales, el poema construye el escenario mítico de un paisaje rural en extinción para indagar en las actitudes que, a modo de resistencia activa de carácter moral, nos pueden ayudar a superar las inclemencias de una época que en muchos de sus aspectos esenciales adolece de inanición y de sequía».

No siempre el que escribe es capaz de iluminar a quién lee de esta manera. Tan elocuente, diría. En este par de párrafos está bien definida, no solo la intención sino también el resultado de un libro tan breve como intenso dedicado a una figura clave en su vida, y de esta obra: su mujer, Maribel. Y eso porque el amor, ya se dijo, es uno de los pilares en los que se asienta esta poética de la bondad que nunca pierde de vista ni la verdad ni la belleza.

Confiesa Sánchez que a la música de Brahms le debe una inspiración sobrevenida. Musical es, por su tono y su ritmo, esta poesía lenta que, poco a poco, se va apoderando, a medida que avanza la lectura, de los oídos de un lector que se deja llevar por su cadencia, digamos, callada. En lo visual, otro componente imprescindible, la iluminación le vino de un óleo de Millet, Bergère avec son trupeau.

Anoto estos detalles porque, como explicamos, el marco, lo temporal y lo espacial (aunque aquí caben más los términos intemporal e inespacial), no se explicita, queda sugerido, algo que añade misterio, de nuevo esa palabra, a los poemas. Ya en el primer canto leemos: «Pero fui yo el que estuvo / sentado junto al pozo / esperando las noticias del agua». Desde el principio también, un ambiente bíblico, que en fondo y forma, se acerca a lo religioso, por más que no estemos ante ningún tipo de doctrina. O tal vez sí: la del humanismo, de genuino origen cristiano, que viene siendo santo y seña de la poesía moral y consciente de Basilio Sánchez desde su ópera prima.

Con sutileza, a través de un lenguaje altamente imaginativo, que a rachas parece el fruto de la más elevada inspiración (aquella que linda con la mística), alegórico en todo caso, construido con palabras comunes que remiten a conceptos metafóricos y simbólicos complejos, como luz, fuego, noche, pájaro…; a seco golpe de aforismo («El tiempo es la materia de los árboles», «La emoción es un temblor del sentido», «El dolor es un drenaje secreto»); en medio de un vislumbrado paisaje entre ameno y desértico, vegetal y apocalíptico, propio de cualquier fin del mundo o del inicio de una nueva era; «En los confines / de la ausencia de Dios»; entre ángeles rilkeanos («Todos necesitamos de consuelo»); dentro de la casa del amor («Donde un hombre y una mujer se aman / sin temor y sin cólera / siempre ha habido una casa»); dentro incluso de los muros de una ciudad concreta (el Cáceres natal de Sánchez): «La ciudad es hermosa / porque nunca dejó de ser secreta», se obra el milagro. El de la poesía, cuál si no. De donde surge, por encima de las ruinas, «el esplendor modesto de su inmensa pobreza», «el inmenso regalo de la vida», «la alegría de los tristes». Porque «todo obedece a un orden / que ignoramos, / participa de una vida secreta». La que «nos enseña a soportar la intemperie». Aquí, sí, «la elegancia de lo invisible»: lo secreto que «sobrevive sin agua».


Francisco Onieva: El poema, acto de resistencia moral. Cuadernos del sur. Diario de Córdoba. 1 de diciembre de 2018

«Un poema único compuesto por cuarenta y ocho fragmentos que, de una forma alegórica y utilizando como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes, reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales». Con estas palabras, sacadas de las «Notas y agradecimientos» finales, define Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) su último poemario, Esperando las noticias del agua, recientemente editado por la editorial valenciana Pre-Textos dentro de su prestigiosa colección La cruz del Sur.

Con tal intención, el poeta despoja el poema de cualquier coordenada geográfica y temporal y construye «un escenario mítico», a partir de un profundo proceso de indagación en las entrañas del desaparecido paisaje rural de la infancia. Semejante regreso a los orígenes es un acto de resistencia moral frente a la intemperie de la sociedad actual, en la medida en que pretende encontrar modos de estar en el mundo que ayuden a superar las grietas sobre las cuales se cimenta. Para ello, el yo poético inicia una incierta búsqueda, con el único asidero de la palabra, por los márgenes propios, asomándose al precipicio interior para tantear las preguntas que dan sentido a su existencia y abrirse, inmediatamente, al exterior, consciente de que solo puede ser definido a partir del otro, que actúa como espejo capaz de dar, de la manera más ajustada posible, su medida, y a partir de los vínculos sobre los que se levanta una relación dialógica.

En este sentido, la creación de los dos jóvenes enamorados y el empleo de la tercera persona -que convive en armonía polifónica con la primera e, incluso, con la segunda- permiten un decir plural, que desborda el ámbito de la intimidad individual para alcanzar una intimidad compartida, con lo que el discurso queda abierto a la alteridad y deviene experiencia colectiva.

Y es, precisamente, en esta dimensión de la palabra, donde radica la profunda humanidad que irradian los versos del poeta cacereño. Versos, cabría añadir, de alguien que ha aprendido a mirar con el asombro necesario los pequeños detalles que lo rodean, para fundirse con lo mirado a través de la meditación y destilar lo observado en materia poética.

Este decir es concebido como un susurro al oído, una reflexión a media voz, en la cual el lector se reencuentra con una palabra germinal, nacida del interior del propio ser que la genera y, por tanto, libre de las connotaciones sociales, ideológicas, históricas o culturales que la han ido erosionando. Tan solo desde esta palabra, despojada de excesos verbales, con la que se podrá nombrar de un modo diferente el mundo y, en consecuencia, crearlo, se pueden tener noticias de un agua que purifica y salva, convirtiéndose en horizonte y trinchera, linde y confluencia, refugio y abismo.


Manuel Rico: Cuando los árboles tienen sed. Babelia. El País. 15 abril 2019

https://elpais.com/cultura/2019/04/03/babelia/1554290270_778045.html

Basilio Sánchez (Cáceres, 1958), último ganador del Premio Loewe de poesía, es un autor de larga trayectoria y de obra compacta y depurada desde sus orígenes en el ya lejano 1984, cuando fue accésit del Adonais con A este lado del alba, pero sobre todo a partir de Los bosques interiores (1993). Poesía meditativa y esencial, propicia a contagiarse del temblor de la naturaleza y de las consignas básicas de la vida: amar, contemplar, recordar, compartir, soñar, reflexionar. En poco más de un año ha publicado dos libros: Esperando las noticias del agua (2018) y el premiado, He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes.

El primero es un libro poema compuesto por 48 “fragmentos” en el que recorre la experiencia de una pareja de jóvenes amantes en un espacio natural amenazado aunque en gran parte virgen. Es un canto al amor en su fusión con la naturaleza, una búsqueda de la sustancia última de un sentimiento no por misterioso menos real, que se impone si el medio natural afirma su vocación frente a la devastación que intereses ajenos a lo humano provocan.

El agua es la salvación y la esperanza, el agua alimenta los cambios y es símbolo de feracidad y de vida aunque también sin el agua “lo secreto sobrevive”. El amor, y la vida, en una pugna por salir de la desolación de la sequía: “Aquel año se agotaron los pozos”, escribe en el fragmento XXVII afianzando así la declaración del primer verso del libro: “Fue el año de la sed”. Los insectos, los árboles, el desierto, las piedras, los pájaros, no viven sin el agua. Tampoco la relación amorosa sin medio en el que enraizarse. El mundo y sus raíces, el conocimiento del ser, lo originario. El agua.

En el libro galardonado con el Loewe, ese hilo que une al sujeto poético (y al poeta) con la naturaleza (la sed y el deseo) nos lleva al cauce por el que se distribuye el alimento que nos nutre, a la fuente de la vida: “Hay un olor de agua y de resinas”. Es decir, el medio nutricio y la savia que le da sentido. Todo cuanto nos rodea en un escenario precivilizatorio aporta sentido a la existencia, es la realidad verdadera que el mundo contemporáneo ha ido relegando y prostituyendo. El sujeto poético tantea en lo telúrico y radical.

En el nogal, paradigma y símbolo de lo originario, más que en la tumba de quienes lo tuvieron todo, se vivifica la posibilidad de fundirse con el paisaje, ser parte de un universo en el que las ruinas conviven con los bosques, con el cobre de una lámpara o con un río. En poemas esenciales, austeros y luminosos, Sánchez despliega toda una poética, una teoría del lenguaje (“plagado de signos invisibles”) que parte de la complejidad visible a la luz, a lo esencial del conocimiento, al lugar imaginario que todo lo resume y concentra: “El que busca entender el firmamento / se concentra en una única estrella”. Basilio Sánchez busca, en el poema, la frontera del silencio, regresar “al caldo primigenio”. Al origen.


Carlos García Mera: El poema como género de ficción. Aproximación a la tercera persona en Basilio Sánchez. XXIII Congreso de Escritores Extremeños. Villanueva de la Serena, 20/21 de octubre de 2018

La literatura y la ficción no han de coincidir siempre, pero si podríamos afirmar que el territorio de la ficción ocupa la totalidad de lo literario. Si la ficción y la literatura no son términos idénticos es porque el primero comprehende una mayor extensión que el segundo. Tomando como punto de partida el carácter ficcional del género lírico, trataremos de abordar los problemas que suscita el uso de la tercera persona como sujeto poético en el libro Esperando noticias del agua, de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958). A través de los versos del poeta, este trabajo intentará dar una propuesta de análisis enmarcada en la reflexión filosófica sobre la ficción.

Al preguntarnos por lo géneros de ficción rápidamente podríamos contestar que son tres, en líneas generales, los que se enmarcan en esta categoría: teatro, narrativa y lírica. Si bien es cierto que en las dos primeras el carácter ficcional aparece de una forma mucho más clara o evidente, aunque en algunos casos pueda contener trazas autobiográficas, el uso de la ficción en la narrativa y el teatro parece estar mucho más aceptado. En el género lírico la ficción se intuye en un lugar lejano, considerando que el poema es la realidad del poeta y que todo lo que se dice allí pertenece a la biografía personal del autor. Aunque esta confusión se de más a menudo en un público poco avezado en teoría literaria también parece haberse instalado en el mundo académico y algunos autores han intentado plantear razones más que suficientes a la hora de considerar la poesía como un género de ficción en todos sus términos.

El poema es un texto singular, que por definición, tiene identidad propia y que presenta contenidos de ficción intentando mostrarlo como parte de una experiencia personal. Esto no obedece nada más que a un recurso retórico que busca la intensidad del relato, y es esto lo que hace tan especial a este género: este recurso funciona de forma tan eficaz que hace que su carácter ficcional desaparezca o se olvide. De este modo, la lírica no difiere de otros géneros por su carácter ficcional de su representación, sino, como explica Pozuelo Yvancos, por la peculiar vía a la hora de explotar ese rasgo común a la ficción que desde la afirmación aristotélica de la poiesis está en la raíz misma de toda representación literaria, pese a que la tradición postromántica haya preferido anular y reducirla a una dimensión expresivo-emotivo-subjetiva1POZUELO YVANCOS, José María: “Lírica y ficción”. En Teorías de la ficción literaria, Ed: Arco/Libros. Madrid, 1997. p. 242..

La confusión entre el yo del autor y el yo del sujeto poético llegó a su máxima expresión con el Romanticismo y desde entonces ha sido muy difícil separar uno y otro, considerar la poesía como un género de ficción y no un género autobiográfico. La narración en primera persona tiende a confundir, aún más, la delgada línea que separa ambas realidades, a saber, la de nuestro mundo de percepciones subjetivas y el mundo creado por el autor. Con la novela o con el teatro aceptamos un pacto necesario para que la ficción funcione, sabemos que aquello que leemos o vemos habita en un a parte y que nosotros simplemente asistimos como espectadores a esta realidad paralela. No así con la lírica pues el yo se sitúa en el centro del poema y nos devuelve la ficción convertida en una realidad con una gran fuerza expansiva y acabamos por desdibujar los límites.

Pero estas consideraciones no son algo que hayamos aventurado recientemente, son reflexiones que siempre han acompañado al género lírico y que podemos ver redactadas por Platón en la República. En ella Platón argumenta que los poetas debían ser expulsados de la ciudad por imaginar y crear, por acudir al fingimiento y a la mímesis artística, por construir, mediante la poiesis, universos imaginarios que él sancionaba moral e ingenuamente como “mentiras”. Si bien es cierto que Aristóteles en su Poética sólo considera la épica y el teatro, mientras que la danza o la música están desplazadas a tierra de nadie, Platón sí admite un tipo de poesía que podría encajar con los actuales cánones de la lírica:

“(…) existe un género de composición poética al igual que la composición de historias que procede sólo por imitación, tal es el caso de la tragedia y de la comedia, como tú muy bien lo has dicho. Asimismo, existe otra clase que emplea la narración hecha por el propio poeta, como es el caso de los ditirambos. Y finalmente, una tercera que reúne ambos procedimientos y se encuentra en las epopeyas y en otras poesías”2PLATÓN: La República. 394c.

Pero, incluso cuando el poema recoge vivencias auténticas, personales, al expresarlas mediante el verso se transforman en elemento de carácter ficcional. Carlos Bousoño señalaba que esta transformación de vivencias que se comunican a través del poema “han sufrido una honda elaboración, cuya índole no puede ser más que imaginaria.”3BOUSOÑO, Carlos: Teoría de la expresión poética. Ed, Gredos. Madrid, 1985. p. 28. Esto nos hace pensar que una voz lírica, pese a referenciar hechos biográficos, no es una voz personal del autor sino que transciende al sujeto lírico. Estos aspectos de la ficcionalidad en el poema ya han sido muy trabajados a lo largo de la historia del género lírico, véanse los ejemplos de Walt Whitman o de William B. Yeats, que en su poesía sintieron una multiplicidad de voces. O autores que han recurrido al uso de heterónimos o el nombre de personajes históricos para marcar esa distancia poniendo en su boca monólogos o pasajes que superan el tiempo histórico.

Pero, en ocasiones, el sujeto lírico se ve desplazado o, si se quiere, expandido hacia la tercera persona. Esto pone en el centro de la discusión la referencialidad de los sujetos que participan en la emisión. De este modo, los poemas se desvelan como “un tipo especial de acto de habla”4LEVÍN, Samuel R.: “Consideraciones sobre qué tipo de habla es un poema”. En: Pragmatica de la comunicación literaria. p. 70. mediante el cual el emisor y el receptor ponen en relación la identificación del ‘hablante poético’. Así pues, se centra el interés, no en el enunciado en sí, sino en el propio acto de decir o, más bien, en el cómo se nos dice el poema. El propio acto de enunciar el poema en tercera persona es uno de los rasgos fundamentales de Esperando noticias del agua, de Basilio Sánchez. Estos planteamientos en torno al discurso del poema y sus posibilidades enunciativas, lo que hay detrás del sujeto lírico y como la ficción se construye a través de él, son lo que nos va a ocupar en las siguientes páginas.

El concepto de imitatio aristotélica dota al poema del carácter ficcional necesario para pensar que el poema no es una mera autobiografía del autor, escrita con más o menos gusto estético. Pero esta concepción parece ser exclusiva de un yo biográfico, de un decir en primera persona que confunde la realidad del autor con la ficción del poema. La primera persona pone de manifiesto que el uso del sujeto lírico es un recurso, no sólo para que las imágenes que genera el poema sean verosímiles con la realidad del autor, sino que también buscan cierta complicidad con el lector, que éste sea el protagonista del poema. El uso de la tercera persona en los textos de Basilio Sánchez difuminan los límites entre yo describo y él describe mi realidad, como más tarde veremos. De este modo los últimos versos del poema que abre el libro que nos ocupa, sí podrían ser biográficos, pero en ningún caso autobiográficos. Así pues el uso de los términos en primera persona no confirma la condición verdadera de lo que se dice en el poema y, por tanto, cualquier autobiografía podría ser fingida o ficticia o, incluso, ser leída en estos términos.

(…)
Pero yo fui el que estuvo
sentado junto al pozo
esperando noticias del agua.5SÁNCHEZ, Basilio: Esperando noticias del agua. Ed, Pretextos. Madrid, 2018. p. 9.

Adentrándonos en el poemario de Sánchez vemos que las dificultades para definir el sujeto lírico desde el presupuesto de la enunciación se multiplican, ya sea por las posibilidades de concretarse en el poema o por la ausencia de asideros para identificar al sujeto enunciador6N. del . A: Pozuelo Yvancos afirma que “el texto lirico no construye siempre, casi nunca lo hace, lo que de antemano precisamos saber para situar a quien habla, cuando habla, desde donde habla y, en el otro lado del canal, quién escucha, cuándo y dónde escucha. Esa creación de espacios de indeterminación enunciativa veremos que es un rasgo estructurador y dominante y contribuye a crear un contexto enunciativo muy peculiar que requiere del lector una actitud especial de recepción [...]”. En: “Teoría del poema: la enunciación lírica”. En: Diálogos Hispánicos, nº21. Amsterdam, 1998. p. 55. . La tercera persona, encarnada en la figura de dos ‘jóvenes’, a saber, Él y Ella, nos interpela desde un lugar ambiguo donde se asumen varias voces. El alejamiento del yo poético hacia el Él/Ella de Sánchez no es más que la proyección del sujeto poético en el ‘otro’, u ‘otros’ en este caso. El yo ya no es el sujeto que habla por sí mismo, sino aquello de lo que se habla en el poema. Es aquí desde donde Basilio Sánchez construye la ficción del poema.

Él vigila el ganado,
ella excava pocillos de arena
para los pájaros de los desiertos.7SÁNCHEZ, Basilio: Op. cit. p. 10.
(…)

En estos versos, que pertenecen al inicio del segundo poema, Sánchez establece la realidad rural que acompañará a los sujetos/protagonistas del libro. Queda, por tanto, resada de manera explícita la voluntad, por parte del autor , que no del sujeto lírico, de establecer una necesaria distancia de identidad entre el sujeto del acto de la enunciación y el sujeto enunciado, esto es, entre el sujeto lírico y el sujeto real.

No obstante hay intersticios por los que el yo, aunque sea en plural, reaparece, resurge movido por un impulso de autorreferencialidad. El ‘aquí’ y el ‘ahora’ del siguiente poema, determinan la localización del sujeto, el espacio y el tiempo son los elementos que actualizan de forma constante el sujeto en el discurso. Cada enunciación abre un nuevo presente que coloca el punto de fuga dependiendo de cómo se organice la representación de la temporalidad en el poema.

Lo aprendimos muy pronto:
nadie elige
su parentesco con los muertos8Op. cit. p. 16. .
(…)

Cabría interpretar estas líneas de dos formas: una, en la que el sujeto enunciado y el sujeto de la enunciación hayan establecido la misma relación de identidad, es decir, que el yo/nosotros del poema hable desde el yo del poeta; y otra, en la que se aleje, aún más, la acción del yo y sea un dialogo entre Él y Ella al que asistimos como espectadores de un metarreferencialidad constante. El uso de la primera persona del plural no implica que el poema nos interpele o nos incluya en lo que allí sucede, sino, más bien, que son ellos los que hablan en primera persona frente al lector.

A todo esto lo circunda una misma pregunta ¿quién habla en el poema? Rápidamente podríamos afirmar que el poeta es el que nos habla pero, del mismo modo, acabaríamos por negar esta respuesta igual de rápido. La poesía se encarga de enmascarar la identidad en el discurso lírico, la construcción de un sujeto o, incluso, su anulación no es más que la creación del personaje del poeta. Si volvemos a tomar como punto de referencia la afirmación de que la poesía es un género de ficción y que rara vez es un género autobiográfico, exceptuando raras ocasiones, como puede ser la poesía de Santiago Castelo, dónde la realidad del poeta sobrepasa la realidad del poema, nos encantamos con que lo importante no es saber si lo que cuenta el poeta es la imagen, más o menos adornada, de su vida. Lo que importa es entender cómo se construye y conforma dentro del discurso eso que llamamos sujeto enunciador lírico, sujeto poético, ‘voz lírica’ o ‘yo lírico’, es decir: la conciencia que el poeta establece con su obra a la hora de crear un sujeto, “el sujeto que tiene voz y que desde el texto mismo reflexiona sobre su propia naturaleza poética”9ESPINOZA ELÍAS, Diana Alejandra: “El sujeto enunciador lírico: aproximaciones a su problemática”. En: Escritos. Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje nº 33. Puebla (México), 2006. p. 72. .

No obstante, el sujeto en tercera persona no es una mera construcción de los personajes en Esperando noticias del agua, o no de forma absoluta. Tanto Él como Ella son descritos como una pareja joven pero, tras la lectura de algunos versos, como estos que cierran el poema XXIV, con una experiencia vital demasiado extensa, al menos para la edad que se adivina en estos personajes. Esto se debe a que la experiencia del autor se filtra en el presente del poema, es decir, el sujeto que habla en el poema, habla a través de la voz del autor en una comunión entre realidad y ficción. Una ficción no del todo alejada de los presupuestos de la autobiografía, pero que tampoco cuadran con unos o con otros

Al pasado le sobra
transparencia,
nunca nos reencontramos con aquellos
que llegamos a ser:
las inscripciones
que graba la memoria
sobre lo ya vivido sólo honran
a muertos que no existen10SÁNCHEZ, Basilio: Op. cit. p. 33.

Dé este modo, la ficción del poema no un mero ejercicio narrativo, pese a que algunos autores lo hayan intentado con más o menos éxito, como puede observarse en la novela. Sino que se eleva como un genero intergenero, una tierra de nadie entre la ficción y la realidad que es difícil de salvar, si queremos encasillarlo en alguno de estos. En el Tractatus Logico-Philosophicus, Wittgenstein declara que los límites del lenguaje son los límites de nuestro mundo –aventuramos que, también, de nuestros mundos- y en esta reflexión se intuye la constatación de que la capacidad humana de imaginar, de conceptualizar, de proyectar es prácticamente ilimitada en tanto que el lenguaje en sí mismo tiene una estructura gramatical básica, a saber, los futuros, los condicionales, los optativos. El lenguaje tiene la capacidad de decir cualquier verdad o mentira sin modificar la estructura lingüística y eso es lo que hace que el lenguaje se encuentre instalado en la ficción. No obstante, si ésta afectara a lugares tan concretos y fundamentales como el orden lingüístico, el cognitivo, el ético, el artístico y un largo etcétera, y si la ficción, entendida como una capacidad del ser humano, es universal y por ello dota de posibilidades ilimitadas la representación o el juego, difícilmente podríamos llegar a pensar que la ficción literaria es finita en el seno de la estructura del lenguaje, ya que este subyace en el propio dominio literario.

La literatura y la ficción no han de coincidir siempre pero si podríamos afirmar que el territorio de la ficción ocupa la totalidad de lo literario. Si la ficción y la literatura no son términos idénticos es porque el primero comprehende una mayor extensión que el segundo. A la vista está que la ficción no solo se ocupa de lo literario, sino que también trabaja en otras áreas. De hecho el mundo occidental explora nuevas capacidades de la ficción en nuevos medios (televisión, internet, videojuegos…) puesto que es una necesidad del ser humano explorar aquellos vastos territorios de la imaginación. Tal vez, en estos términos, la realidad de la poesía de Basilio Sánchez sea ficticia y poética, y es en esa construcción, en la poiesis, donde superpone su realidad extraliteraria o, en todo caso, fragmentos de ésta, para afirmar la ficción de la poesía rotundamente.