Basilio Sánchez


Crítica a Para guardar el sueño

ÁLVARO VALVERDE, Un lugar habitable. ABC, 22/05/2004

En 1984 publicó Basilio Sánchez su primer libro, A este lado del alba, que había conseguido el año anterior un accésit del prestigioso premio Adonais. Fue una sorpresa. Si me permiten la confidencia, uno se enteró en la boda de otro poeta, Felipe Muriel, y en compañía de un tercero, José Luis Bernal. Los cuatro nos conocíamos no ya por nuestra respectivas vocaciones literarias (tan incipientes y secretas como desconocidas entre nosotros), sino por nuestros fervores pacifistas y no—violentos de inspiración cristiana, los que nos habían llevado a seguir las enseñanzas, qué casualidad, de otro poeta, el gandhiano Lanza del Vasto, al que todos llegamos a tratar personalmente. Uno cree que una buena parte de aquellos ideales de juventud han permanecido indelebles en la obra de Basilio Sánchez y que ese sustrato meditativo, que tanta serenidad y hondura proyecta, está en la base, esto es: en la esencia, en su manera de escribir, o lo que es lo mismo, que ése es el sustrato de su manera de entender la vida.

A diferencia de Bernal y Muriel, ni Basilio ni yo (él, médico; uno, maestro de escuela) pertenecíamos al emblemático grupo universitario de la Facultad de Letras, capitaneado al unísono por los inolvidables profesores Juan Manuel Rozas y Ricardo Senabre, que tantos nombres importantes ha proporcionado a la literatura contemporánea de Extremadura y que surgió por aquellos entonces en la ciudad natal del poeta, Cáceres.

A ese libro primerizo le han seguido otros y el trayecto demuestra que, a diferencia de lo que suele pasar, su crecimiento poético ha sido paulatino, siempre hacia arriba, hacia más y más calidad, hacia una poesía, en suma, que sólo se parece a sí misma porque refleja un mundo propio que es, como se sabe, el mayor logro al que puede aspirar un poeta. Esa evolución creciente, insisto, viene avalada por sus libros: Los bosques interiores (1993, edición revisada de 2002), La mirada apacible (1996), Al final de la tarde (1998) y El cielo de las cosas (2000).

Para guardar el sueño, su último libro hasta ahora, condensa las enseñanzas de la edad y resume a la perfección esa vía interior hacia el conocimiento que su poesía propone. De clara raíz humanista, cifra su razón de ser en la mezcla adecuada de sentimiento y pensamiento, como quería Unamuno, y nos aleja de cualquier atisbo de anécdotas, banalidades y lugares comunes, como ha venido haciendo buena parte de la poesía más celebrada y premiada en la España de las últimas décadas. Desde ahí, sobre la clave poética del amor, Basilio Sánchez nos propone una meditación sobre la existencia que, en su caso (en el nuestro), alcanza la primera madurez, esa que cantara Dante ("nel mezzo del cammin di nostra vita…"), por ponernos estupendos, y que llamamos vulgarmente la cuarentena.

Fíjense en que toma el asunto amoroso como clave, lo que, como advirtiera Rilke, pone al poeta en una posición comprometida: es muy difícil dar un paso adelante cuando de ese tema se trata, más después de tantos siglos de tradiciones líricas a la espalda; después de que tantos poetas acertaran en la expresión sublime de ese milagro. Y sin embargo, Sánchez, que no es ni con mucho un poeta inexperto, logra el doble salto mortal y, más difícil todavía, convierte a sus lectores en protagonistas de su sabia lección, en algo más que meros observadores de cuanto, desde su intimidad, experimenta. También el lector vive a su manera otra experiencia amorosa haciendo creíble el famoso verso del mexicano José Emilio Pacheco: "no leemos a otros, nos leemos en ellos".

Como ha escrito en alguna parte el profesor Miguel Ángel Lama, "Para guardar el sueño construye un espacio, la casa —a partir de los cimientos de una realidad concreta, doméstica, familiar—, como metáfora del lugar de la poesía, un recinto ético en el que conversan en voz baja un hombre y una mujer, en el que estos intercambian anhelos y sueños, en el que los dos se funden como uno". No otra es, según creo, la misión de la poesía: hacer del mundo un lugar habitable; un sitio que nos proporcione siquiera algún refugio contra la desazón de la intemperie. Si, como todos, ustedes también necesitan del silencio, de la serenidad y del consuelo, les animo a que lean este libro limpio y claro como el agua o el sol.

Esa sensación de que les hablo es, sin embargo, intransferible. Quero decir que, por fortuna, no hay palabras capaces de sustituirla y debe ser cada cual el que se aventure por el camino de la lectura para comprobar que no miento.

Para guardar el sueño justifica de sobra su publicación en la prestigiosa colección en que aparece, Visor (no está de más recordar que entre sus más de quinientos volúmenes publicados sólo dos están firmados por poetas extremeños) y consolida a su autor como uno de los imprescindibles de nuestra poesía, y cuando hablo de "nuestra" me refiero, como mínimo, a la española.

LUIS GARCÍA JAMBRINA, Una casa en lo alto. ABC Cultural, 26/06/2004

[...] Con Para guardar el sueño, Basilio Sánchez alcanza, sin duda, su plena madurez. Poco a poco, con humildad, pero también con una gran exigencia, el autor ha sabido forjarse un estilo y construir un mundo propio, ajeno a todo tipo de modas y corrientes.

Para guardar el sueño es una obra claramente unitaria en la que el amor constituye el elemento central, el núcleo que da sentido y coherencia a todo el poemario. Es un amor tranquilo, podríamos decir, fruto de la convivencia y de la memoria compartida. La casa es, por otra parte, el símbolo fundamental, el símbolo en el que se integran y reúnen los otros símbolos. En ella, se yuxtaponen tiempos y lugares, la realidad y el sueño, lo conocido y lo desconocido. Es el ámbito en el que encontramos los últimos vestigios de una «antigua alianza», de un mundo ancestral. Pero también está muy presente el paso del tiempo y la amenaza de la muerte («Los años», «Ruinas»). Uno de los poemas más significativos es el titulado «Una casa en lo alto». En él leemos: «En el fondo, quizás, / un hombre es siempre una casa cerrada / y esa casa cerrada es su memoria». El texto está inspirado, además, en un óleo, pintado por el padre del autor, con ese mismo título, y reproducido en la portada. Por último, esa casa, como bien sugiere el poema final, «El sueño», es también el poema («Una noche que ha apagado sus luces / para que nadie entre ni salga del poema»). De hecho, hay muchos versos del libro que aluden a la labor del poeta y a su búsqueda continua «de una sola palabra imprescindible».

El lenguaje poético de Basilio Sánchez es claro, elemental y natural. Pero no nos engañemos, bajo su misteriosa transparencia, late una honda reflexión sobre la condición humana y sobre la precariedad de la existencia, siempre necesitada de un refugio, de un recinto íntimo y sagrado donde guarecerse y conversar y fundirse con el otro. El amor, al fin y al cabo, es el que guarda los sueños. En ocasiones, los versos tienen un tono sapiencial y sentencioso, propio de la experiencia de la vida y de las cosas: «Quizá ya has descubierto que el dolor, al principio, / tiene la forma misma de la felicidad», se dice en el poema «Paisaje con figura». Y más adelante, en «La voz de cada cosa», leemos: «Es la felicidad, no la tristeza, la que no tiene ojos». Por otra parte, el ritmo, el tono y la actitud del yo lírico vienen definidos por una gran serenidad, la misma que produce la lectura de este libro, de esta casa en lo alto abierta a los demás.

A. LÓPEZ ANDRADA, La luz mano a mano. Diario de Córdoba / Cuadernos del Sur Jueves, 5 de febrero de 2004

Si la poesía es un ascua de nieve en lo negro, una antorcha de sombra inundada por la luz, la belleza poética germina en lo paradójico. Algo de esto ocurre en Para guardar el sueño, el nuevo poemario de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958), uno de los poetas más sólidos, auténticos y genuinos de la Generación de los 80. [...]

No sabemos si este nuevo poemario del autor cacereño, Para guardar el sueño (accésit del último Premio "Gil de Biedma"), obtendrá el éxito crítico nacional que se merece, lo que no dudamos, en absoluto, es que estamos ante uno de los mejores libros de versos aparecidos en las últimas décadas en nuestro país.

Y esta aseveración rotunda, sincera, sin caer en el tópico, está cimentada en la calidad de unos poemas densamente rítmicos, hermosamente cincelados por una voz elegante y misteriosa, que, a veces, sugiere mucho más que dice, y lo impregna todo de un bellísimo misterio acotado por una esbelta musicalidad: "Aquí donde se alzan/ contra un cielo de piedra/ una pared caída y luego otra,/ serán nuestras palabras las que nos den cobijo". [...]

ÁNGEL L. PRIETO DE PAULA: El aceite en la herida. Babelia, El País 7/08/2004

No hay muchos poetas que, a los veinte años de publicado su primer libro, mantengan tan estricta fidelidad a sus inicios como Basilio Sánchez (Cáceres, 1958). Lo que llamo fidelidad acaso otros lo llamarán reiteración: cuestión de perspectiva. Sin embargo, basta poner en la lectura de estos versos algo del mimo que puso el autor al escribirlos para ver que esa continuidad no contradice la evolución estética, sino sólo las excursiones a territorios líricos que no son los suyos. A lo largo de cuatro libros de versos y uno de prosas líricas que preceden a éste, la voz de Basilio Sánchez ha perseverado en un timbre que la hace reconocible, en cuanto que renuncia a todo lo que desborde su intimidad.

Los simples títulos de sus libros apuntan a la textura contemplativa de esta poesía, centrada en unos nudos de significado —interiorismo, sentimiento virgiliano de la naturaleza, espiritualismo crepuscular— donde se sustancia una escritura tenue y sin fulguraciones, más ensoñadora que especulativa, más balsámica que crítica. En Para guardar el sueño, el autor ha seguido escarbando hacia los adentros, hasta hacer de cada poema un receptáculo de la inocencia. En el viril esmerilado de esa custodia se reflejan a veces vestigios de una vida más allá del guirigay inmediato: "A lo lejos se oyen los vagidos / de todos los lugares que no son de este mundo". He aquí la expresión de un universo breve, cuya pureza es un aceite con que aliviar las rozaduras de la existencia.

Núcleo temático de estos versos es la morada familiar, cuyas habitaciones y utensilios están tocados por el amor y componen una estampa de still life al modo de los pintores holandeses del XVII: más bien vida paralizada que naturaleza muerta. En el aire de este recinto, un polvillo dorado flota en alas de la claridad, antes de ir descendiendo hacia las cosas, sobre las que al fin se deposita convertido en tamo. Cuando la luz se desvanece, la noche adquiere la condensación simbólica de un sagrario, sede del ser y lugar de reminiscencias: "Una noche que ha apagado las luces / para que nadie entre ni salga del poema".

MIGUEL ÁNGEL LAMA, Para guardar el sueño. El Espejo, Boletín de la Asociación de Escritores Extremeños Nº 6/7; 2004—2005

[...] No he tenido reparo ninguno en decir que éste es uno de los mejores libros de poemas que he leído en los últimos meses, que merece más premios que el que ha motivado su publicación. Un jurado compuesto por mucha gente, entre los cuales hay poetas como Antonio Colinas, Félix Grande o Juan Van Halen, y críticos como Víctor García de la Concha o Gonzalo Santonja, le otorgó el accésit de la Junta de Castilla y León en el premio Gil de Biedma de 2003, su decimotercera edición. Algunos de los nombres citados ya reconocieron la poesía de Basilio Sánchez cuando en el mismo premio avalaron su libro La mirada apacible, de 1996, que para mí era uno de los más logrados de Basilio. Esto de no tener reparo en creer que esta nueva obra merece más premios no lo digo por corresponder a nada que no sea el placer de su lectura; no lo digo por amistad y cercanía, que se nos suponen. Lo digo de verdad. Así de sencillo.

[...] Cuando Miguel Hernández escribe sus "Nanas de la cebolla" lo hace sobre unas circunstancias tremendamente íntimas que acaban por convertirse —quizá por eso— en públicas y colectivas. La calidad del poema no se resiente, ni su origen entrañable y entrañado; el poema sigue emocionando a todo lector que no conozca nada más que el poema. ¿Por qué? Porque el poeta, por mucho que haya sacado de sus entrañas el poema, ha conseguido hacerlo despegar y que vuele solo. Y esto ocurre con esta poesía de Basilio Sánchez.

Todo esto tiene que ver con lo que denota una de las caras del libro de Basilio, las claves de sus propios poemas, y su "Envío", que menciona dedicatorias de poemas para Pacífico, para Domingo Muriel, para el padre de Basilio, el autor de ese óleo titulado "Una casa en lo alto", que ilustra como viñeta la cubierta de Para guardar el sueño, y para Maribel, alguien muy importante en estos poemas de Basilio, en todo.

Para guardar el sueño es un excelente libro de poemas. [...] Porque cada uno de sus poemas sugiere mucho, permite a un lector con ganas de analizar cuáles son los recursos lingüísticos de un poeta encontrar muchos motivos para la reflexión.

Es un libro compacto, no como otros de Basilio. No está dividido en partes. Son treinta y seis poemas sin ninguna división, con el "Envío" final. Me he mostrado muchas veces partidario de la articulación de los libros, pero no por convicción, sino porque he considerado que eso era una muestra de su pensamiento. En este caso, la articulación, el pensamiento está en su unicidad. Quizá la división en partes, que los poetas suelen distinguir no sólo por una numeración, sino por otras marcas como lemas de otros autores, sea engañosa a la hora de considerar esa condición de un libro como un conjunto orgánico. Este libro de Basilio lo confirma, pues su estructura es tan sólida y está tan pensada como en los casos en los que las marcas nos van pautando la organización de un poemario.

Invito al lector a leer desde esa conciencia el primer poema y los dos últimos, por ejemplo, pues podríamos aplicar la misma lógica a todos.

"La habitación cerrada" es el primer poema, que comienza "No hay azar esta vez, /sólo fidelidad, sólo constancia / en un lugar que intuyo / entre lo conocido y lo desconocido." En primer lugar, el poema delimita el espacio principal de esta comunicación en voz baja que nos va a acompañar a lo largo de todos los textos, ese espacio, como leemos, en donde "sólo estamos nosotros". Para guardar el sueño es un libro, por esto, de interior, más doméstico que otros de Basilio, que, aun así no renuncia a las referencias a espacios abiertos, muchos de ellos contemplados desde el interior de la casa, que es el espacio de referencia. Pero la casa también como metáfora del lugar de la poesía. Y aquí, en esa vocación metafórica y simbolista de la poesía de Basilio Sánchez, se encuentra la segunda o primera lectura de este poema inicial. "No hay azar esta vez, /sólo fidelidad, sólo constancia / en un lugar que intuyo / entre lo conocido y lo desconocido" se convierte en una declaración inaugural que remite al ejercicio de la escritura poética. Sugiero aplicar al oficio de la poesía la palabra "azar", la palabra "constancia", "fidelidad", "lugar", y esa frontera dudosa entre lo conocido y lo desconocido.

A partir de aquí, al lector se le ofrece todo un festín de logros líricos, de poemas memorables, de una insistencia por la fijación de un presente —reparo en las veces que el sujeto habla de sí mismo o de su tú en un ahora— que ya es una característica de la mejor poesía de Basilio Sánchez. No voy a hacer el recuento de todos los poemas en los que esto se confirma, son muchos. Seguro que podremos comprobarlo en la lectura de algunos de ellos que haga Basilio, que, además, lee bien sus textos, les aporta en la lectura más luz de la que tienen.

Del primer poema a los últimos. "Sin levantar los ojos" y "El sueño" son los que cierran el libro. El sueño, el último poema, sobre la última palabra del título de la obra. El sueño también en el penúltimo poema, "Sin levantar los ojos", en el que el poeta, desde el interior de la casa, acompañado por la apacible presencia de la amada, observa el exterior, la morera en sazón, y nos cuenta de una manera bellísima el gesto cotidiano de cómo cae dormido el sujeto contemplado. Este poema, nos vuelve a remitir al terreno de la escritura poética. "Para que tú descanses, yo improviso / este río de palabras", leemos en el final de ese poema, que, casi al final del libro, es como un envío que remacha el firme sentido del título. Decir, después de esto, que el último poema comienza con un verso que dice "Porque ya sé que duermes", creo que es demasiada insistencia en la construcción de esta obra, en la confirmación del argumento de un libro que habría que leer de una sentada. Por eso, para mí, es uno de los libros más bellos y perfectos que he leído. Y aunque me guste la perfección de lo bien construido, de las líneas rectas, de la monotonía de lo racional y de lo tenue, he de decir que éste de Basilio, sin marcas aparentes de una construcción tan notoria, tiene un argumento sublime.

[...] Me enorgullezco de ser profesor de literatura y poder tener en mi mochila un libro así para transmitir a mis alumnos la poesía contemporánea; qué digo, la poesía.