Basilio Sánchez


Cristalizaciones


ÁRBOLES

El buscador de sombra
reconoce en un árbol su majestuosidad,
pero elige en secreto su pobreza.

El rastreador de símbolos
encuentra en la corteza arrancada de los árboles
una caligrafía primitiva,
las huellas de una forma en desuso
de comunicación con la existencia:
una expresión remota, la más rudimentaria,
del agradecimiento.

No hay consuelo para los desterrados:
para ellos el bosque es la quimera
de un retorno imposible,
la lluvia de otros días,
la memoria de un árbol levantándose
entre el cielo y los hombres
ante la puerta de la casa,
el ruido de sus hojas disputándose el aire.


CORDEL DE CIEGOS

Descendemos,
en la estratigrafía de los sentidos,
desde la superficie
a las proximidades de la veta profunda.

Propietarios, entre los poderosos, de la debilidad,
llegamos al poema atravesando
una serie de círculos concéntricos
al final de los cuales,
en el pequeño centro irreducible,
o no encontramos nada o allí estamos nosotros.

Sabemos nuestros límites,
toleramos nuestra insignificancia.

Sin sentimentalismos,
pero con el rigor del sentimiento,
recurrimos a la inmovilidad
para reproducir el movimiento
entre un extremo y otro del vacío:
el salto en el poema desde lo que ignoramos
a lo que no podemos conocer.

Errabundos en nuestras confidencias,
partidarios aún de la palabra
capaz de acompasarse con la vida,
convencidos de nada, reincidentes
en la melancolía, esperanzados
en la desesperanza,
seguimos ocultándonos para temblar a solas.


CORRESPONDENCIAS

Mientras llega la tarde con su peso
de cristal de Murano
y el horizonte traza a la altura del cielo de los ojos
la línea imaginaria del origen del mundo,
te paras a pensar que la existencia
mantiene entre nosotros
y las cosas con las que convivimos
una oculta cohesión; que hace crecer
a nuestro alrededor
un orden silencioso de pequeños afectos
en el que todo gira alrededor de todo:
un sistema perfecto, pero desmoronable,
tan insustituible como frágil.

Es por eso, quizás, por lo que ahora,
mientras llega la tarde, arrodillándote
como los paleontólogos,
inclinas la cabeza y te incorporas
de nuevo a tus asuntos como si nada hubiese sucedido.
Resuelto a ser paciente,
a no desdeñar nada por insignificante.


LA NOCHE DESMANTELA LAS OBRAS DE LOS HOMBRES

La luna está debajo de su cáscara,
la noche es tan perfecta que hasta Dios se incomoda.

Aunque lo que llamamos infinito
nos parezca más grande,
las distancias más largas, nuestros pasos
aún más imperceptibles, el horizonte gira
a nuestro alrededor como el anillo
de una recién casada.

En noches como esta, a los requerimientos de la vida,
cualquiera de nosotros podría cruzar la calle
y abandonarlo todo.

En noches como esta,
en el silencio inmenso de uno mismo,
cualquiera de nosotros podría escuchar de pronto
al mendigo de Hölderlin
buscando a quien le cambie
un pensamiento inútil por un sueño.


COORDENADAS

Los poemas se escriben
para que caminemos entre ellos.
El lenguaje es un bosque.
Entre la oscuridad y las palabras
hay un pacto secreto como el que se establece
entre el aire y las hojas.

El poeta se detiene en los signos,
elige del lenguaje
los que tienen que ver con su manera
de acercarse a las cosas, de interpretar el mundo,
de dirigirse a aquello que lo nombra.
Cada poema asume una reconstrucción,
cada una de sus palabras
un intento más o menos consciente
de devolverle a algo su sentido.

No nos basta solo con su presencia:
las cosas necesitan ser salvadas,
verse restituidas en su pérdida antes de que suceda.

En lo oscuro del bosque, en su espesor,
fermentan las palabras
en todos los idiomas que nos han precedido.
Entre las conjeturas,
buscando hacerse un hueco en esa oscuridad,
el poema posible se abre paso,
nos da las coordenadas de un espacio
que inevitablemente tendremos que habitar,
solos o en compañía, para siempre.


FRACTURAS

Donde se desmoronan las ciudades,
junto a los sumideros,
los muchachos se entretienen jugando
con las llantas metálicas
que afloran en el agua como los promontorios
de un mar sin pretensiones.

En las salas comunitarias de los asilos,
las vísperas de fiesta los ancianos
siguen con movimientos de cabeza
el ritmo de la música
con la que se acostumbran a la muerte.

Acechante, sentado ante mí mismo
como un gato silvestre ante la puerta
cerrada de una casa,
en el jardín tranquilo que rodea al hospital
nadie me reconoce
mezclado con los locos.


CUADRANTE SOLAR

En un mundo con más cielo que tierra,
como en las perspectivas serenas de van Ruisdael,
la mañana comienza a acumularse
sobre los edificios
y las escalinatas de las plazas,
en las franjas de luz de los balcones.

Con su semilla dentro,
envolviendo las cosas con el lenguaje del cuidado,
la claridad se instala entre nosotros,
reivindica para los sentimientos
la precisión de los matices.

Tiene la porcelana de este día
el descascarillado de una antigua pobreza,
pero lleva su luz a casi todas
las casas de los hombres:
la luz mediterránea,
la luz continental, el cielo clásico,
los metales dolientes de un paisaje
que el alma, preservándolo, condena a repetirse.

Me asomo a la ventana como a un libro de imágenes.

Nuestra estirpe lleva sobre sus hombros
la alta aguja del sol.
Los días que salen buenos, a la vida
le perdonas la ofensa de la muerte.


MATERNIDAD

Cada mañana, a solas,
antes de que regresen los bañistas,
de que empiecen a posarse los pájaros
sobre la arena fina,
puramente geológica,
que el aire de la noche ha ido cerniendo,
la vemos por la orilla recolectando conchas,
cristalillos pulidos,
escamas transparentes
que dejan en sus manos un rescoldo violeta:
la brasa aún no encendida
de esa forma sumaria de la luz con la que irrumpe,
desde sus fundiciones,
un sol recién nacido que bebe silencioso
de la leche del mar.


EL INCENDIO EN LA CASA DE LAS LÁMPARAS

Igual que en un incendio
el reflejo rojizo de los cubos
de metal para el agua
cruza de mano en mano la impiedad de la noche,
en su interior conservan las palabras
el relámpago de las herramientas
con las que las creamos.

Como el fuego
que el hombre primitivo hace brotar a oscuras
ante el bajorrelieve de una roca,
lo humano del poema
restablece en nosotros una lámpara.

La escritura es el cruce de dos intimidades
en el espacio de las cosas.
En su perplejidad irredimible,
las palabras nos dan lo que no tienen.


LO QUE NO NOS DECIMOS

Apreciamos,
como los que regresan del desierto,
la textura del agua,
los matices secretos de su necesidad.

Sabemos orientarnos en la noche
como la madreselva o los murciélagos.
Nuestra boca, como un horno de arcilla,
es la que le confiere a las palabras
la impresión de firmeza.

Porque a veces nos sentimos turbados
por el desasosiego de los niños,
quizá echemos de menos,
cuando estamos a solas,
la protección de los mayores.
El miedo esconde siempre la intuición de la pérdida,
la posibilidad de que las cosas
no consigan enraizar en nosotros.

Solo somos felices cuando no lo sabemos.
De las vicisitudes del lenguaje,
el poema es solo la herida que se recuerda.
El silencio generando su habla.


SEMEJANZAS

Las luces de las casas
atraviesan las ramas de los árboles
como dardos en un puesto de feria.
Bruñida por la tarde,
cada piedra refleja su porción de universo.

Nuestra ruina hace hermosos
los viejos edificios,
sobre nuestros despojos se levantan las ciudades antiguas.

Como la rosa árabe
que el vaho de las palabras hace crecer a ciegas
desde las comisuras de los muertos,
sobre la piedra roja del pasado
cantan para nosotros las aves del futuro.

En los templos ocultos
en las profundidades de las plazas
nace el espino blanco de la melancolía.

En el cielo violeta de las torres,
en las puntas doradas de todas las iglesias,
revolotean los pájaros
con la misma piedad con que lo hacen,
en tardes como esta,
sobre la catedral de San Basilio en un verso de Milosz.


LA VIDA MIENTRAS TANTO

Las sombras decantadas sobre las superficies,
el silencio bordeando el oído.

La mirada que espera
delante de la puerta otra mirada,
un gesto de ternura
contra las erosiones del desánimo.

La luz sobre la mesa como en los santuarios,
la monodia callada del lenguaje
como el fluir de un rezo.

La noche acompañándote
como si comprendieras,
como si pese a todo hubieses accedido
a algún conocimiento que hasta ahora
te estuviese vedado.
La escritura que dice lo que eres,
la mirada que te salda la deuda.

Palabras consumidas como cabo de vela
por un extremo y otro.
La lumbre del cuidado. La luz sobre los ojos.