Basilio Sánchez


ILUSTRACIONES DE LETICIA RUIFERNÁNDEZ:

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Debajo de la nieve todo está por hacer

(ANTOLOGÍA POÉTICA)

Una ciudad se abre hacia la noche

para todos nosotros,
los deportados de los ángeles,
los antiguos cuidadores del fuego.

Debajo de la nieve todo está por hacer.

Basilio Sánchez


LA MUJER QUE CAMINA

La mujer que camina delante de su sombra.
Aquella a quien precede la luz como las aves
a las celebraciones del solsticio.

La que nada ha guardado para sí,
salvo su juventud
y la piedra engarzada de las lágrimas.

Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol
que florece en otoño, la que es dócil
a las insinuaciones de sus hojas.

La mujer cuyas manos son las manos de un niño.

La que es visible ahora en el silencio,
la que ofrece sus ojos
al animal oscuro que mira mansamente.

La que ha estado conmigo en el principio,
la mujer que ha trazado
la forma de las cosas con el agua que oculta.


ELLA VIENE CONMIGO

Ella viene conmigo porque traza
las líneas de la vida sobre el dorso
de las cosas que nombra.

Sobre las sombras blancas
que proyecta la luz desde los árboles,
sobre la sombra inmóvil de los débiles
en los oscuros días
de las contradicciones.

Ella viene conmigo porque es dulce
bajo las amapolas azules de las lámparas,
porque deja sus manos
junto a mi corazón en las extensas
prolongaciones de su sueño.


EL LUGAR DE LOS HECHOS

Todo lo que ahora abarca la mirada,
la memoria, los momentos perdidos,
todo aquello
que ignoré de la vida,
que apenas reconozco, bajo su lentitud, en este hueco
que conforman mis manos.

Ese rumor que intuyo cuando escribo esta página,
este presentimiento, esta insistencia
que después me conduce, más allá de mí mismo,
hasta un lugar cercano
al de mi nacimiento, al de mi muerte.

Nada a mi alrededor, sólo la leve
respiración pausada
de un animal que mira con la cabeza vuelta.

Bastará con mis ojos,
con esta mano antigua que aproximo a su boca,
para que se levante y huya.


UN LUGAR TRANSITABLE

He escrito algunas páginas y he bajado a la calle.

Ya ha caído, quizás, la última hoja
y el invierno se extiende lentamente
entre las dos orillas: este año
rodará sobre el césped
y hará crujir los labios de los hombres
que ahora son vulnerables. Hace frío.
Recuerdo, sin embargo, que mis últimos versos
fueron rocas azules
sobre un paisaje íntimo,
miradas encendidas por la luz del verano.

En los alrededores,
unos muros de piedra ponen límite
a un jardín inconcluso.

Ha quedado la sombra, detrás de la ventana,
del hombre que aún no soy, entre las hojas
que hasta ahora no he escrito, en las palabras
que encontraré algún día.

El que he sido hasta hoy cruza de nuevo
sus bosques interiores,
los lugares contiguos en los que la mirada
se vuelve y se apacigua, donde un rumor apenas
pone nombre a las cosas
que sólo he presentido.

Los pájaros nocturnos están cerca.
Van llegando de lejos,
con las alas plegadas,
para apagar la llama de todo lo que duerme.

Ya no hay nadie en las calles,
ya no hay nadie que arroje tampoco su moneda.

La belleza del mundo, la oscuridad del mundo.

¿Qué extraño privilegio, qué escritura indeleble
dará forma a este espacio que una puerta
divide y no divide,
quién hallará el camino, su lugar transitable?


LAS BAYAS

Presiento tus palabras a través de los muros
de una habitación que será eterna.

Hay un país que crece
con la sustancia de los sueños
y una casa cerrada
en la que se acumulan los escombros
de una luz suficiente.

Quizá no fuera ésta la vida que esperábamos,
pero sí es el lugar.

Aquí donde se alzan
contra un cielo de piedra
una pared caída y luego otra,
serán nuestras palabras las que nos den cobijo.

Lo poco que tenemos,
lo mucho que tenemos está aquí, delante de nosotros.

Yo pongo la ventana,
tú, los tallos, los zarcillos azules,
las silenciosas bayas transparentes.


CON UN LIBRO EN LAS MANOS

Germina una palabra sobre el papel de arroz.

Como el dibujo a lápiz de un arbusto
en un patio de nieve,
como si los silencios de tu casa
golpeasen los muros de la mía.

Cuando tengo delante la mesa de madera
con la pequeña luz desportillada
que ha vivido conmigo.

Cuando no tengo nada, y muy despacio
comienzo a darme cuenta de que aún queda
mucho sitio en los márgenes,
mucha vida aguardando en la penumbra,
en todos los lugares que ahora intuyo
que se han vuelto accesibles.

Porque hay alguien sumido en la nostalgia
de un país interior y porque elijo,
entre todas las puertas,
aquella que se abre a la mirada de un hombre,
la que es un árbol dentro de otro árbol.

Con un libro en las manos.
Aquí, en esta casa en la que sólo se muere de vejez.


PAISAJE DE INVIERNO

Donde el agua se espesa, una palabra
que se queda en los labios es un hilo de nieve.

Donde la voz se pierde está el secreto
de las manos del frío,
de todas las pequeñas hojas cristalizadas.

Una estrella oscilante se detiene
para la intimidad de la vigilia.
La calle está mojada, el paseante
va pisando la luna bajo la indiferencia de los árboles,
bajo la indiferencia de una noche
que ahora mismo se ordena
sobre las previsiones de sus lámparas.

Como un faro en lo alto,
la luz en la ventana de una mujer que duerme
ilumina los ojos
de otra mujer que, al borde de la cama,
permanece despierta mientras crece
la sombra de sus manos,
su invisible soledad de otro mundo.

La herida del invierno te ha llevado a creer.

Para entrar en lo blanco, vas a necesitar el corazón.


ESPACIO

Escribo casi a oscuras,
en las habitaciones
pequeñas de la casa, donde difícilmente
podría caber un hombre.

Me obstino en la palabra que se dice al oído,
que empaña los cristales,
que humedece los bordes de la página.

Presiento que un poema
es un ruido que se intuye a lo lejos,
la puerta que se abre al otro lado
de una misma ciudad.

Por eso cada noche,
después de que el cansancio
consigue disuadirme, dejo sobre la mesa
una vela encendida:

la lámpara votiva de una iglesia sin culto,
desprovista de imágenes.


COORDENADAS

Los poemas se escriben
para que caminemos entre ellos.
El lenguaje es un bosque.
Entre la oscuridad y las palabras
hay un pacto secreto como el que se establece
entre el aire y las hojas.

El poeta se detiene en los signos,
elige del lenguaje
los que tienen que ver con su manera
de acercarse a las cosas, de interpretar el mundo,
de dirigirse a aquello que lo nombra.
Cada poema asume una reconstrucción,
cada una de sus palabras
un intento más o menos consciente
de devolverle a algo su sentido.

No nos basta sólo con su presencia:
las cosas necesitan ser salvadas,
verse restituidas en su pérdida antes de que suceda.

En lo oscuro del bosque, en su espesor,
fermentan las palabras
en todos los idiomas que nos han precedido.
Entre las conjeturas,
buscando hacerse un hueco en esa oscuridad,
el poema posible se abre paso,
nos da las coordenadas de un espacio
que inevitablemente tendremos que habitar,
solos o en compañía, para siempre.


MALTRAVIESO

Como una mano ciega encuentra a otra
tanteando en lo oscuro,
alguien que dice noche se inclina sobre el suelo
y hace un fuego de palos.
Luego lleva la mano hasta la superficie de la piedra
y ocultando el meñique dibuja su silueta
con un pigmento rojo.

La mano que se obstina con el núcleo de sílex,
la que ajusta la punta del venablo,
la que retira luego la nieve de la entrada
en el amanecer de la batida.

La mano ensangrentada que desuella,
la que arranca, la que trepana el hueso.
Pero también la mano que acaricia, que consuela,
que administra el ungüento.
La que en la más profunda
de las habitaciones de la gruta
se abandona de pronto a los requerimientos del espíritu
y dibuja en el muro, sin saberlo, los contornos
de la palabra día.


FRACTURAS

Donde se desmoronan las ciudades,
junto a los sumideros,
los muchachos se entretienen jugando
con las llantas metálicas
que afloran en el agua como los promontorios
de un mar sin pretensiones.

En las salas comunitarias de los asilos,
las vísperas de fiesta los ancianos
siguen con movimientos de cabeza
el ritmo de la música
con la que se acostumbran a la muerte.

Acechante, sentado ante mí mismo
como un gato silvestre ante la puerta
cerrada de una casa,
en el jardín tranquilo que rodea al hospital
nadie me reconoce
mezclado con los locos.


ÉL VIGILA EL GANADO

Él vigila el ganado,
ella excava pocillos en la arena
para los pájaros de los desiertos.

Él le dice:
podría haber sido otro,
podría haberte mirado de distinta manera,
hablado de otra forma,
caminado a tu lado con otra lentitud
o con otra premura;
haberte dicho no
cuando nos encontramos
en vez de, sonriéndote, responderte que sí.


AÚN ALTOS EN LA NOCHE

Aún altos en la noche,
despojados de hojas,
apacibles
en la melancolía de su herida,
los árboles se mueren hacia adentro:
no hay más duelo
que el de sus propias ramas
resistiéndose erguidas
ni más llanto que el de sus gorriones.

Bajo una luna roja
que remansa su luz en los cercados
que han quedado desiertos,
los miro, silencioso, como lo harían conmigo:
sin moverme,
como si en este instante
no pudiese haber nada ante mis ojos
con tanta dignidad
y con tanta grandeza.

La vida nos enseña a soportar la intemperie.

Pasaremos nosotros
y los árboles
seguirán siendo fieles al horizonte y a la luna.


LA MESA DE MADERA

La mesa de madera
de mi alcoba
nunca ha echado raíces,
pero guarda en sus vetas
el temblor de los pájaros.

Ninguna voz es dueña
de sí misma,
toda voz es reflejo de otra voz,
toda palabra,
refracción de la luz de otra palabra.

Subido a lo más alto de mi sangre
sobrevivo a la deriva del siglo
respirando por ti.


LA LUZ DEL MEDIODÍA

La luz del mediodía,
como un pájaro ciego,
se sostiene en lo más alto del aire.
Las raíces del mosto sacan agua
de las profundidades de la tierra.

Hay un hermanamiento,
una especie de familiaridad entre las cosas
que conforman el mundo,
como si cada una cuidara de la otra,
como si la alegría en la que viven inmersas
fuera un logro de todas,
la conquista de una comunidad.

Acercarnos con afecto a las cosas
nos permite intimar con lo sagrado
que permanece en ellas.

La mañana está en deuda con la cosecha de las flores.
El que entiende de pájaros entiende de narcisos.


AMO LO QUE SE HACE LENTAMENTE

Amo lo que se hace lentamente,
lo que exige atención,
lo que demanda esfuerzo.

Amo la austeridad de los que escriben
como el que excava un pozo
o repara el esmalte de una taza.

Mi habla es un murmullo,
una simple presencia que en la noche,
en las proximidades del vacío,
se impone por sí sola contra el miedo,
contra la soledad que nos revela
lo pequeños que somos.

El poeta no ha elegido el futuro.
El poeta ha elegido descalzarse en el umbral del desierto.


LAS NUBES SE DISPERSAN

Las nubes se dispersan
sobre un campo de arándanos.

Las montañas
entre el aire y la tierra
se cubren con el trébol
y con la lana blanca de la acacia.

He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes.

Dichoso el que, sentado
bajo los grandes árboles
que iluminan de verde las mañanas del mundo,
no renuncia al regalo de lo inmenso.


HE ENCONTRADO EN LAS COSAS

He encontrado en las cosas,
en los seres más simples,
una forma
de dejarse llevar, una manera
de abandonarse al flujo secreto de la vida
que nos invita a la modestia.

Los poemas que nos hacen mejores
son los que nos devuelven
a ese estado anterior
en el que era posible,
en nuestras relaciones con el mundo,
conducirnos con naturalidad, sin artificio.

Me conmueve la humildad de los pájaros
que trabajan día y noche para trenzar un nido
en un árbol sin nombre.


EN EL VALLE, UN CASTAÑO

En el valle, un castaño
ha elevado sus hojas
sobre el tejado rojo de una casa
y ahora puede mirar al horizonte.

La noche entre los árboles
es una oscuridad iluminada, un silencio de pájaros
en los que confiar, una espesura
de ramas transparentes,
de pañuelos azules,
de animales benévolos.

Necesito vivir en un país
que no haya renegado de sus árboles,
necesito vivir en una tierra que envejezca a su sombra.


TODO ESTÁ POR HACER

Debajo de la nieve,
el golpeteo
del pico de los pájaros
en la copa de cristal de los árboles.
El ruido, en la espesura, de las hojas
que aún tienen esperanza.

Debajo de la nieve,
la camomila roja del paseo de los locos,
la genciana amarilla.

Un zumbido de abejas,
un barco que se adentra en la corriente del aire,
el perfil de una roca contra la oscuridad.

La luz sobre la mesa,
las cuartillas, los lápices,
el sentido de algo
que en nuestro pensamiento se revela,
un insecto atrapado en pleno vuelo
por una golondrina.

Debajo de la nieve, los azules,
los carmines de granza, los sienas naturales.

El alma refugiada en su primer entusiasmo.
El interior de un pozo iluminado por la llama de un niño.