Basilio Sánchez


El baile de los pájaros


LA PIEDRA BUENA


Es una piedra buena
la que me han encargado
llevar sobre los hombros.

Amo la eternidad de un solo instante,
el infinito breve de una noche.

Reconozco
que me gusta la nieve,
que mantengo con ella una amistad antigua
que algo tiene que ver
con el recogimiento y con la calma,
con la forma, quizás, con que yo mismo
me protejo del mundo. 

La nieve, esta mañana, ha inaugurado
la feria del invierno,
la silenciosa fiesta de los seres sencillos.

No hay nada más humilde que la nieve.

El orden de la nieve
sobre el desorden tibio de los campos,
sobre el caos de los ríos,
sobre el azar humano de las calles y de los edificios.

Yo la miro en silencio como a un pueblo sin nadie.

Yo la miro en silencio 
como se mira al suelo cuando nos encontramos
con un pájaro muerto.


UN DÍA CLARO


Amo los tres colores
por los que pasa un pájaro hasta alcanzar el rojo.

Amo lo indescifrable y lo secreto
porque todo en la vida tiene siempre
más de un significado.

Pertenezco al linaje de los tímidos,
al de los pusilánimes,
al de los constructores silenciosos.
Percibo lo completo en lo menudo, el universo
bajo la filigrana de una hoja.

Llevo la ropa blanca de los resucitados,
la camisa teñida con la savia del sol.

Aún tengo muchas cosas que decirme a mí mismo.
En mis negociaciones con la muerte
me he ido acostumbrando
a mis pequeñas 
catástrofes.

Lo que más me emociona es lo que menos comprendo.
Para lo que es confuso e indeciso
sólo pido un día claro.


SIEMPRE HAY ALGUIEN QUE CUIDA


La montaña está sola.
La montaña es un perro abandonado
en un cruce de caminos del mundo.

Una montaña cabe en el espacio
entre el pulgar y el índice.

Mi corazón ha entrado
en la constelación de las palabras
y, en silencio, iluminado por ellas, mira afuera.

¿Qué se gana o se pierde
en este trato humano con las sombras,
en este abandonarse a los asuntos del alma
si la vida en el fondo no nos hace
mejores ni peores,
si la vida en el fondo nos persuade de que nada está a salvo?

Siempre hay alguien que cuida.
Siempre hay alguien que se queda despierto, 
el vigilante
que le dice a la noche que pase para todos,
pero no para él.

Escribir es trabajar con las manos.
Yo lo hago por agradecimiento, por respeto,
por un deseo profundo
de acercarme a las cosas y cuidarlas.

He aprendido a sentirme responsable de lo que no conozco.
He aprendido a encontrar mi lugar en cualquier sitio
donde sucede algo que me incumbe.

La poesía es una alfombra para huéspedes.
La soledad es fértil cuando cuenta con todos.


LA MORERA


Un resplandor nacido de sí mismo,
una luz sigilosa 
lleva a un árbol
de la materia oscura a la materia inflamada.

Sobre el alféizar brilla incandescente el brazalete del sol.

Humilde como aquellos
que aprendieron del aire los oficios 
sencillos de la vida, me siento ante mi mesa
como lo haría un viejo imaginero
en su taller de ángeles.

O como la morera
cuyas hojas se mueven 
a unos metros apenas de mi cuarto,
que arraigada en secreto en las sustancias 
primordiales del agua, 
en el espacio
que bajo mi ventana se guarda para sí,
levanta cada día una capilla para el conocimiento
luminoso del mundo.


PÁJAROS


Desconozco
la idea de la belleza
que tienen los gorriones.

Desconozco si en su espacio visible
aún queda algún reducto 
para el hombre,
para lo que nosotros creemos que es hermoso.

Desconozco
si en su idea de la música
hay un hueco para nuestros sonidos,
para nuestros silencios,
para lo que en nosotros es canto y alabanza.

Desconozco 
cómo se ve la vida desde un árbol,
suspendido en la horquilla de la luna,
alimentándose, 
como una flor pequeña,
de las intermitencias de la lluvia 
y de las luces 
solidarias del cielo,
del pensamiento humilde de las cosas
que asumen en sí mismas la conciencia de Dios.


LA FORTALEZA


Cuando me ve escribiendo,
un gato entra en mi cuarto
y se sube a lo alto de mi mesa.

Le gustan las palabras que no tienen
correspondencia alguna con el ruido,
los sonidos de afuera.
Le gustan las palabras 
cuyo significado
no pertenece al orden de las cosas
que él mira agazapado desde el árbol luminoso del día.

La luz de mi ventana es una mella en la sombra.
Mi silencio, la viga que sostiene
la bóveda del cielo,
la arquitectura frágil de mi vida.

Todo está iluminado, aunque es de noche.
La ceniza con que froto mis manos sigue siendo un incendio.

¿Qué fortaleza es esta
que se deja amedrentar por las voces?
¿Qué fortaleza es esta cuyos muros
atraviesan por la noche los gatos,
los guijarros brillantes de la luna?


EL BAILE DE LOS PÁJAROS


En mi parte más sola crece un árbol
y yo escucho sus hojas.

Como ellas,
con un temblor idéntico,
respiran las palabras, y es su aliento
el que vuelve de pronto incandescente 
lo que ya se ha extinguido.

El poema es el baile de los pájaros frente a la comitiva de la boda.

La poesía, 
ese espacio mayor que el universo 
del que hablaba John Berger,
esa suma infinita 
de presencias y ausencias que habitamos,
con los ojos cerrados, los vivos y los muertos.

Me dedico a lo poco,
me digo cada día, pero a veces, 
cuando los otros duermen,
cuando el silencio cobra su sentido en el centro de las cosas,
me descubro caminando en la noche
pensativo y magnífico como un pastor de Rilke.

Hoy he escrito una línea con la mano de Dios.

De todo lo posible,
el poeta ha elegido multiplicar los panes y los peces.


CIPRESES JUNTO AL MAR


El mar es un anciano que contempla las nubes,
un viejo ensimismado que lee un libro.

Una gaviota oscura es una línea
que atraviesa una página.
Una imagen del aire
que se va incorporando 
poco a poco al pensamiento del mar.

El mar es el lugar donde la tierra
tiene el color del cielo.
La tierra, con sus campos
sombreados de verde,
con sus altas ventanas abiertas al crepúsculo,
está dormida ahora en el murmullo
del enjambre del mar.

Nadie vela a los muertos.
La luz se precipita desde los farallones.
Por la orilla caminan silenciosos los pastores del agua.

Es posible que, como dice Hikmet,
el más hermoso de los mares
sea aquel que todavía no hemos visto.


TARDE DE LECTURA EN EL JARDÍN


Soy paciente y tranquilo.
Soy de la estirpe humana de mi perro.

Ante una rama verde
veo una rama verde.
Ante un vaso de agua veo un vaso de agua.
Cuando comparto sombra con un pájaro
no percibo otra cosa que ese pájaro.

En el jardín de casa,
cuando llega la tarde,
casi todos los días me siento con un libro 
como el que se detiene sobre un puente
a contemplar el agua.

Un libro de poemas
es para mí una extraña y apartada ciudad que no conozco,
pero por cuyas calles camino solitario
sin sentirme extranjero.

Perdemos nuestra patria en la escritura,
me dicen las palabras,
pero encontramos otra.

Fuera de la poesía es muy difícil,
para un simple poeta, hacerse comprender.


TODOS LOS GATOS NACEN CON LOS OJOS AZULES


Lo poco que yo soy se desvanece
con la luz de lo simple.

Te hablo por instinto,
por un hermanamiento visionario
con todo lo que existe
que he heredado
de los peces del mar y de los pájaros
de las comunidades de la tierra.    

Uno debe saber de dónde viene,
uno debe reivindicar lo frágil de su naturaleza y de su espíritu,
la emoción silenciosa de sí mismo,
la generosidad de la raíz.
    
La grandeza es ficticia. 
Todos los gatos nacen con los ojos azules.
Yo desciendo de un príncipe
que se sentó una tarde a llorar en la ventana.

Entre el hueso de mi mano derecha
y el hueso de mi izquierda pasa un río inaudible,
una grieta profunda
que deja al descubierto el mecanismo sencillo de mi vida.

Desnudo como un árbol que ha nacido sin hojas,
a un lado del camino
sólo quiero ser alto como el cielo
sobre el tejado rojo de una casa. 


MARCA DE AGUA


La poesía es una inmensa
construcción del espíritu
de la que percibimos, solamente,
las ruinas del poema.

El poema es un niño que se ha quedado solo.

Un remoto saber de los sentidos.
Una existencia llena de milagros
imperfectos e inútiles.

La cajita cerrada
con la llama encendida de una vela
de la que sólo queda el recuerdo de su luz.


LA PUERTA


Me he sentado en silencio entre los árboles
para escuchar con ellos
el sermón de los pájaros.

La mañana ha dispersado sus sombras
y ahora baja hasta el río para aclarar despacio, 
con sus aguas,
la conciencia del mundo.

Mientras oigo a los pájaros
me digo que es posible 
que exista otro silencio
y ese otro silencio constituya en sí mismo 
la expresión intuitiva de otra voz,
tal vez de otro lenguaje, 
de otra forma 
aún inaccesible para todos nosotros de presencia.

Cada uno atesora a su manera el recuerdo lejano de una isla.
Lo bueno de esta vida es que lo extraordinario 
siempre está por llegar.

La realidad del hombre es el sueño de los dioses.
En un mundo que es blanco, la poesía
es la pintura roja de una puerta.


TRATADO DE INVISIBILIDAD


Esta es mi cara oculta de la luna,
mi otra parte del mundo.

La vida de las cosas se reúne en mis ojos.
Del silencio de las figuraciones
brota un árbol
de ramas infinitas.

Trabajo en lo invisible
como lo hace el agua de los ríos o la lluvia nocturna.
En mi mesa se apilan las imágenes
que llevan en sí mismas,
de forma elemental, la arquitectura
secreta de mi sangre.

Mi corazón es simple,
pero brilla en la noche
como brilla en la lluvia el plumaje de los pájaros,
la hoja acariciada por la franja de luz.

Las desapariciones,
las ausencias que imperceptiblemente 
van minando mis días
constituyen la sombra que hay en mí.

De lo mucho o lo poco
que he vivido
me quedo con la nieve que le ha dado
la transparencia al aire.
De lo mucho o lo poco que he vivido,
con la fragilidad de las palabras
que no me han convertido en un hombre insatisfecho
ni en un hombre feliz.


NEVADA


Yo descanso en el blanco de la nieve.

Mientras todos dormimos, 
ella erige sobre limos oscuros 
su ciudad silenciosa,
sus casas inestables, sus jardines austeros.

En la nieve arde siempre,
para todos nosotros,
una imagen comprensible del mundo,
un pensamiento claro,
una forma universal y cercana de belleza.

Una casa en la nieve es una casa
que oculta entre sus muros el secreto del sol.

Las cosas más hermosas,
las más conmovedoras, lo son sin pretenderlo,
sin recurrir a nada que no sea
la verdad de ellas mismas.

Le agradezco a la luz de la mañana que nos calme con nieve.

Deja un cubo de agua a la intemperie
y acabará llenándose de estrellas.


PASEO DE LOS MANZANOS


El color de los ojos de los árboles
va cambiando despacio con la luz.

El sueño de la tierra
lleva en el corazón 
una manzana
que aún no ha sido mordida.
Gemaciones profundas, enjambres invisibles.

El silencio de un árbol es de todos.
El silencio de un muro iluminado
por el vuelo de un pájaro
es de todos.

No hay nada en la creación 
que no germine
de su propio silencio.
No hay nada en la creación que no reúna 
en su naturaleza la sustancia
completa de la vida.

Un pájaro que vuela como un hombre es un pájaro herido.
Estemos donde estemos, cualquier árbol
es capaz de abrazarnos.


ALGO QUE PERDER


Mi ciudad es hermosa,
pero el tiempo,
como ocurre también con lo que somos,
derriba las paredes,
deja manchas que no pueden borrarse
sobre la superficie de los muros,
en los altos dinteles 
de las puertas
que ahora vemos cerradas en las calles vacías.

Hay tardes
que en el jardín de casa
las puntas de los árboles
resplandecen de pronto en el crepúsculo
como los minaretes
de una vieja mezquita.
La luz en ese instante es tan intensa que parece un sonido.

Yo soy para mis hijos
el anillo más profundo del árbol.

Todos, alguna vez,
nos hemos acabado soltando de la mano
de un padre con el que paseábamos
por la linde de un bosque.

Nos volvemos distintos
cuando encontramos algo que perder.
No hay un cielo más grande que el que vemos
cuando nos despedimos para siempre.


LA GRIETA


La vida 
es una grieta 
en la corteza de un árbol
en la que se acumula la nieve de la noche.

En su derrumbamiento
todo hombre es sublime,
todo hombre protege la plenitud de un sueño,
el desvarío inocente de un propósito.

Ni tú ni yo sabemos qué es la muerte,
aunque la hayamos visto
moverse sigilosa
a nuestro alrededor.
Pero igual que la música termina en el silencio,
es posible que todo quede en nada,
en una nota última
que acabe diluyéndose en el entusiasmo de los aplausos.


COMIDA PARA PÁJAROS


Hermosas como todo
lo que de alguna forma 
alcanza su grandeza en su insignificancia, 
las palabras
son estrellas fugaces
sobre la piedra negra de la noche,
lamparitas azules de suburbio,
oraciones de náufrago.

Las palabras nos enseñan a solas
a sentirnos pequeños en un país de árboles.

Un pastor está inmóvil
bajo la sombra blanca de una acacia.
El alma del rebaño no cabe en el paisaje.

Sólo mientras tenemos
comida entre las manos
revolotean los pájaros a nuestro alrededor.